sábado, 1 de noviembre de 2025

Vindicación de la novela barata


-Manuel Cabesa-


(A mi tío Juan, in memoriam)


Leo en el libro de Leandro Arellano "Las horas situadas" los siguientes párrafos:

"Marcial Lafuente Estefania nació en Toledo, en los albores del siglo XX; se graduó de ingeniero, padeció cárcel en defensa de la República española y anduvo errante por algunos países".

"Si se propuso escribir bestsellers o no, lo hizo en un español que envidiarían varios novelistas actuales que siguen sistemas mecanizados para la elaboración de sus escritos. Nunca engañó a nadie".

"Si economía es estilo, a Lafuente Estefania no le faltaba, lo mismo que pasión por el lenguaje. Corrección, claridad y elegancia, las tres propiedades del lenguaje que preescribía  Quintiliano, las cumplía Marcial de manera honrosa".

Pues, la verdad sea dicha, resulta que Don Marcial Lafuente Estefania es ante todo un autor que posee dos virtudes que ya no tienen los escritores: es entretenido y, aún lo más importante, era un excelente prosista.

Escribía como se debía, con puntos y comas y con pelos y señales. Nada de frases sintéticas, ni amaneramientos lingüísticos, se iba al grano en muy pocas frases. 

Esta riqueza, la añoraba hace poco hojeando un volumen de "Candideces" de Luis Beltran Guerrero. No leía nada, solo paseaba por las páginas y admiraba la construcción de una frase, de un párrafo escrito con sentido y elegancia. 


Esa virtud se ha perdido, ya nadie lee a Don Marcial, los que lo leyeron aprendieron a redactar sin darse cuenta, sólo por leerlo. A pesar de que se le considera de subliteratura, el problema no es de contenido sino de sintaxis: se aprende a escribir con mayor fluidez leyendo novelas baratas que esos mamotretos que forman la gran literatura y de los cuales, como desconocemos el idioma original, terminamos leyendo en traducciones más bien falaces.

También era muy riguroso con la veracidad de los espacios geográficos, las especies vegetales y la historia que mencionaba en sus novelitas. Dicen que poseía tres libros fundamentales para guiarse al escribir: una guía telefónica de los EE. UU., una Historia de los EE. UU. y un Atlas del mismo país. Sus hijos también participaban en la escritura de las historias, más un nieto.

Él mismo vivió en Estados Unidos durante su exilio en varios países, así que tuvo chance de conocer algunos de los paisajes que describió. A diferencia de Salgari que ambientaba sus novelas en lugares exóticos sin salir de Italia. Por ejemplo: "El corsario negro" sucede en un Maracaibo imaginado.

Hoy día en que se nos satura de "obras trascendentales" mal escritas o mal traducidas acudiendo a la llamada IA con "infalibles fórmulas" para la salvación del espíritu humano, no estaría de más volver la mirada hacia esos humildes jornaleros de la palabra que semanalmente llenaban de alegría los quioscos de periódicos con las coloridas portadas de sus novelitas de bolsillo, a ver si vamos aprendiendo de nuevo a escribir como se debe.

3 comentarios:

  1. Me fascinó este trabajo porque me permitió evitar un profesor de Bachillerato que tenía una colección de este autor Marcial La fuente Estefanía. Inclusive, citaba fragmentos de memoria, especialmente, aquellos pasajes donde se describían los dueños...

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  2. Estas reflexiones me remontaron a mi recién estrenada adolescencia. Leí muchísimas vaqueras de Marcial Lafuente y también a Corín Tellado

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  3. Confieso que mi gusto por la lectura, comenzó con estas "novelistas", hasta el día de hoy, ese gusto pasó a necesidad de vida. No solo de Estefanía, de todos los autores que surgieron tras su fama. Cierto es que ostentaba una prosa limpia y que seguramente me ayudó en mi aprendizaje de redacción, pero llegó el momento en que la repetición de esquemas, lo estereotipado de los personajes, me obligó a buscar otros autores. Me reconocimiento a este escritor, alegró el final de mi infancia y el inicio de mi adolescencia.JCPL

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Un abrazo,
Rafael Ortega