-María Luisa Angarita-
Hay un dolor intenso en el alma de Yeonghye, de esos que no se expresan porque las mujeres no tienen permitido manifestar su dolor, sus heridas, su desconsuelo. Por eso crecen calladitas y silenciosas. Se encierran en sus propios mundos porque si hablan el castigo puede ser severo. Un castigo violento que puede ser físico o verbal. Un castigo capaz de silenciar el dolor y convertirlo en un grito mudo.
Yeonghye es la protagonista de La vegetariana, la novela que catapultó al éxito internacional a la escritora coreana y ganadora del Premio Nobel de Literatura 2024 Han Kang. Lo que ocurre en esta historia es lo mismo que ocurre en cada historia donde la mujer es sometida y entrenada por años para callar, sonreír, atender sin quejarse y acceder incluso al sexo, aunque sea forzado y no lo quiera.
La historia de Yeonghye ni siquiera es contada por ella, sino por quienes la rodean, su esposo, su hermana, un amante repentino y la voz de un narrador exterior siempre presente a lo largo del texto. La protagonista no puede hablar porque nadie la entiende. Lo poco que sabemos de su mundo interior se revela al inicio, en el primer capítulo cuando una voz narradora interdiegética aparece por instantes para luego quedar aplacada por la voz del marido. Lo que ocurre siempre, en la literatura y en la vida.
El dolor de Yeonghye es tan profundo que no encuentra otra salida que dejar de comer, primero carne, luego cualquier forma de alimento hasta creerse un árbol y considerar que solo necesita agua. Podríamos alegar locura, un brote psicótico, una esquizofrenia no diagnosticada a tiempo. Pero sería redundar, sería decir lo que se ha dicho siempre: que las mujeres cuando al fin se expresan, cuando rompen las ataduras que las someten, están locas. O como se decía antes y se sigue diciendo: “histéricas”.
Han Kang ha construido en esta novela una historia magistral, la revelación del mundo interior de las mujeres y cómo el más ligero intento de cambio, de expresión de su ser real es tomado como una ofensa, una locura y hasta casi un delito por quienes las rodean, los mismos que se han encargado de mantener la opresión sobre ellas.
A la protagonista no le queda más remedio que cortarse las venas, y luego dejarse morir. Eso es todo. Nada más, porque como Kang lo refleja muy bien, si la mujer no está dispuesta a ceder siempre, entonces no tiene un lugar de respeto en el imaginario colectivo, en su familia ni en la sociedad que le rodea. Da lo mismo que tenga un nombre asiático, europeo, o latino. Yeonghye representa a todas las mujeres del mundo que para poder expresarse deben luchar, y a quienes en la mayoría de los casos se les tilda de locas porque se les ocurrió el absurdo de querer ser quienes siempre han sido, y no lo que otros les han dicho que deben ser.
La historia de Yeonghye nos interpela como sociedad, sea la sociedad que sea porque en todas ocurre lo mismo. No se trata de feminismos, ni de gustos alimenticios, la historia es más profunda que una simple mujer que deja de comer carne. No se trata de tener una razón lógica para no querer comer carne, sino de no tener una razón lógica para querer ser la mujer que se es. Y es por esto por lo que la historia interpela y hasta se vuelve molesta por momentos. Porque las demás mujeres de la historia tampoco lo entienden. Por eso, el dolor es más profundo, porque la protagonista está absolutamente sola en su lucha, pues mientras las demás se acomodan a las normas para sobrevivir, a ella no le queda más que morirse en su intento de ser quien es.
Al final, la historia gira y nos muestra al uroboro cuando la hermana, ya en el lecho de muerte de Yeonghye comprende al fin su dolor y entiende que, mientras su dejarse morir es una lucha por vivir, ella siempre ha estado muerta fingiendo que vivía: «Desde que tenía uso de razón, no había hecho otra cosa que aguantar.» (p. 149)
Entre imágenes poderosas, algunas de un profundo erotismo, otras de una revolución del ser, La vegetariana nos envuelve hasta hacernos parte de la misma lucha de su protagonista. Hasta ponernos en su lugar y hacernos pensar cómo habríamos reaccionado, qué hubiésemos hecho y qué estamos dispuestos a hacer para romper esas opresiones que aún nos rodean.
Kang, Han. (2025) La vegetariana. 8va ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Random House.


Me gusta el análisis que has hecho de esa novela. Cierto . Es perturbadora. Es una interpelación, a nosotras, a la sociedad, a la vida.
ResponderEliminarDice tanto, Han, que me es imposible captar todas las aristas de su discurso en una sola lectura. Estoy releyendo, descubriendo nuevas pistas, nuevas denuncias o...viejas denuncias, con otros métodos o lenguajes.
Gracias, por tu aguda visión.