-Claudio González Luna-
La cultura y el deporte latinoamericano se nutren a diario con maravillosas e increíbles historias populares de personas quienes sin tener un justo reconocimiento mediático a su incansable labor, han marcado a fuego el corazón del Pueblo.
Y con mayor razón por lares del legendario Río de La Plata, donde al lindo ropaje exterior y muy bien promocionado, en el mejor sentido de la palabra, de los Borges, Sábato, Benedetti, Onetti, Cortázar, Bioy Casares y otros cuantos, existen también los escritores “escondidos” o clandestinos de prolífica y maravillosa obra, como es el caso del “desconocido” Juan Filloy, nacido en Córdoba, Argentina en 1894.
Se trata de un talentoso novelista y cuentista eminentemente clandestino, admirado públicamente por “El Gran Cronopio” Julio Cortázar, quien comparó el carácter popular de los textos del cordobés, con el genio creador del inolvidable Roberto Arlt.
Cabe destacar que poquísimas obras de Filloy tuvieron difusión mediática, y de ellos, la mitad lo hicieron gracias a ediciones particulares pagadas por el autor que generalmente no pasaban de los 500 ejemplares, siendo éstos distribuidos de manera gratuita entre las personas que se acercaban a las novedosas tertulias literarias realizadas en la localidad cordobesa de Río Cuarto.
Filloy contemporizó siempre su genuina lucidez como literato, con el ejercicio de una brillante carrera judicial, y un amor indiscutido hacia el fútbol y el boxeo, siendo socio fundador del equipo Talleres de Córdoba y peculiar directivo de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), que acompañó a la selección albiceleste al Campeonato Suramericano Perú 1935, donde rompió viejos paradigmas protocolares cuando saltó a la cancha vestido de gaucho para celebrar así cada gol convertido por Herminio Masantonio, ídolo deportivo de la época.
Autodefinido como “Aerobista literario marginal”, el multifacético novelista también destacó como furibundo amante del boxeo, donde llegó a arbitrar rudas peleas del “Toro de Las Pampas” Luis Ángel Firpo, quien estremeció al mundo cuando sacó del ring, con una sola trompada, al imbatible Jack Dempsey, campeón mundial de los pesados.
Para quienes alguna vez hayan frecuentado su prosa, y para quienes ojalá que alguna vez lleguen a hacerlo, reconocerán la obra de Juan Filloy como una de las más vastas, esclarecedoras y abarcantes, con una universalidad única (La de Río Cuarto, la de Córdoba, no la de todo el orbe aunque algunos textos tengan semejanzas con otros lugares, como lo reconoció alguna vez, el mismísimo Sigmund Freud, lector asiduo de las ediciones pergeñadas por el cordobés).
La luz pública de las librerías rioplatenses mostraron algunas de sus icónicas novelas como: “Estafen”, “Op Oloop” o “Vil, Vil”.
Mientras que sus amigos, fanáticos y familiares se dedicaron a la difusión mano a mano de sus otras obras emblemáticas como: “Balumba”(Poemas procaces según Filloy), “Finesse: un libro delicado “, “La Potra: historia de una ninfómana inglesa en la Argentina”, “Ignitus”, “Yo, yo, yo: tres monólogos paranoicos “, “Periplo” y “Urrumpta”.
La mayor parte de sus prolíficas creaciones literarias nunca salieron del hogar de Juan, y todas poseen títulos enigmáticos de siete letras.
Así era “El Clandestino” Juan Filloy, sin lugar a dudas, uno de los grandes de la Literatura Latinoamericana, cuya obra recién comienza a difundirse fuera de su querida Córdoba natal, y que todos deberíamos conocer.
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Rafael Ortega