-Claudio González Luna-
Lienzos, luces y pinceles recuerdan con orgullo y nostalgia, al sensible, humanista e incomparable genio de Armando Reverón, quien inspirado en el vuelo de las mariposas, encontró vías hacia la luz espiritual del trópico venezolano, plasmando en su icónica plástica, estructuras dinámicas y filosóficas internas que conciben la razón como pensamiento que no retrocede ante contradicciones existenciales.
Su vida y obra son imaginación lúdica que milita fantasías revolucionarias, con la idea de transformar al mundo a través de su maravillosa capacidad sui generis de amar con sana locura.
Sus pinturas y muñecas se tornan en fieles reflejos de luchas de clase, placeres incómodos para la burguesía, objetividad dialéctica de combates contra la derrota y la huida.
Potente fuerza filosófica capaz de modificar y predisponer la vida en una síntesis de tonalidades emocionales para luchar contra la liquidación burguesa del imaginario revolucionario.
Esta es su finalidad práctica, y uno de sus saltos cualitativos predilectos contra embates del perverso capitalismo, fantasía tributaria del arte popular y genuina “fantasía real”.
“El Loco de Macuto” muestra su insigne obra creadora bajo una coartada lógica, coherente, irrefutable, incapaz de explicarse sin las debilidades que la vuelven poderosa, y sin sus errores más acertados.
Sus lienzos constituyen textos filosóficos electrizantes y vivos, magullados por desplantes de mil manías burguesas que el artista exhorta de manera poético -truculenta sobre el calvario de una clase social enferma y desahuciada.
Como cuando tuvo que montarle guardia a Rómulo Betancourt al frente de su hogar para que accediera a pagarle una pintura.
Su existencia sencilla, bucólica y desprendida motivó a Reverón a construir su taller en “El Castillete” de Macuto, edificación erigida con caneyes y palmas.
Allí compartió insólitas experiencias de vida con Juanita, su modelo y compañera, y su entrañable amigo, el artista plástico ruso Nicolás Fernandinov, admirador de los profundos conocimientos del genio criollo sobre dadaismo, impresionismo y expresionismo, que lo convirtieron en Maestro de Pablo Picasso en lo concerniente a planteamientos de color y composición.
En cierta ocasión, “El Pintor del Ávila” Manuel Cabré acotó:
“Lo único que le faltó a Armando Reverón para obtener reconocimiento mundial fue haber nacido en París, porque sus obras son infinitamente superiores a las de prestigiosos maestros europeos, íconos de las artes universales”.
En su obra “Autorretrato con Pumpa” el innovador artista venezolano incursiona en miradas introspectivas, comprendiendo las artes plásticas como suprema forma de unificar lo absoluto a través de filosofías deductivas y constructivas trasladadas al lienzo.
La historia tergiversó muchos aspectos sobre la vida de Armando Reverón, creándole fama de gran bebedor, cuando el Maestro no tomaba aguardiente.
Lo que hacía era canjear “cañita” a los pescadores por sardinas y calzones que buscaba Juanita todas las mañanas.
Luego de cocinar suculentos sancochos populares, “El Genio de la Luz” reutilizaba carbón y leña quemada, para pintar bosquejos de famosas modelos, eliminando la utilización de colores tradicionales por cal y yeso.
También utilizó la frutica del Caujaro como elemento fijador para sustituir costosos pegamentos y resinas.
Su lucha existencial se abocó a la búsqueda incesante de placeres y sentires, para nombrar silencios y expresar al universo las concepciones de su propia existencia, siempre al lado de Juanita, retratada entre carbones, tizas y ladrillos, contando siempre nuevas y sorprendentes historias cotidianas.
Armando Reverón se convierte así en una Revolución Filosófica tangible, de carne y hueso.
Bofetada y besos revolucionarios contra la sociedad capitalista llena de ignominia, explotación y barbarie. Reconciliación intimista con las urgencias del pueblo, tramitadas emocionalmente entre sensaciones, virajes de ánimo y desgarradoras políticas-psicológicas.
Cada 18 de septiembre, las comunidades populares observan atentamente el diario renacer del inolvidable y legendario muñequero.
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Rafael Ortega