-Dilcia Zamora -
Mirar chicas... privilegios de los hombres. Las mujeres no podemos impedir que nos miren con admiración y respeto.
Las mujeres, en su mayoría, vemos y fingimos no mirar con admiración. Lo hacemos en un acto donde simulamos una especie de indescifrable interés. Miradas enigmáticas y el chico objeto de observación y escrutinio quede intrigado... y le toque a él deshojar una flor.
¿Soy motivo de su interés?
¿Si? ¿No?
¿Me mira? ¿No me mira?
Y miramos y admiramos: el físico, la elegancia, la caballerosidad, el trato respetuoso, la sonrisa, el buen decir, el buen hablar, la mirada...una silenciosa y atractiva mirada.
***
El hombre de ojos color miel la desnuda con la mirada. Ella apura el paso, pues suele experimentar un dulce martirio de ardiente energía al pasar a su lado.
Esto ocurre cada mañana al dirigirse a su trabajo.
Él suele estar al frente de una cafetería.
Siempre que sus miradas se encuentran se produce un diálogo silencioso, deseoso de cercanía.
Leticia lo asocia con una flor roja que le ha llegado en varias oportunidades, con notas manuscritas: "Admirada dama siempre la observo... JF"
Ha sentido deseos de detenerse y preguntarle:
-¿Eres mi admirador silencioso?
Pero, lo ha sustituido por imaginar que desviste la envoltura de su alma. Que entre ellos se produce un eléctrico encuentro, en medio de una cadencia semejante al oleaje marino. Se saborean, se absorben, se disfrutan entre fluidos y fragancias que los llevan al soñado éxtasis.
Leticia sonríe y el de los ojos color miel, sigue allí, despojando su cuerpo de todo ropaje. Lo dice su insistente y sensual mirada.
"Miel y leche debajo de la lengua tuya".
Mientras ese acaramelado mirar no decida acercarse, Leticia se pregunta:
-"¿Cuándo, cómo y
dónde?...quizás, quizás, quizás"...
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Rafael Ortega