miércoles, 15 de enero de 2025

La voz de Nesfran González. El poema como centro del universo

 


Abrió la ventana.

Sonaba el planeta.

Antonio Machado

-Antonio González Lira-

 

El cuerpo es una piedra impelida por el universo. Una vez alejado del sopor de los astros, el recorrido adquiere tintes de sapiencia y dolencias terrenales. En el misterio del cosmos la palabra es emitida sólo desde lo más íntimo; desde la dureza de las ensoñaciones o desde el merodeo de la vigilia. Pero, esa palabra que carcome e infunde presagios se hace germen de un silencio mayor: aquél que habita insondable en el poema.

Acercase al poemario Aquí todo es silencio (2013) de Nesfran González nos remite a un cierto despabilo para y contra el horizonte. Las sombras que apuntan a mundos más amplios e inexactos, invocan visiones que recortan el camino entre este suelo duramente helado y todo aquello que jadea más allá de la atmósfera. Así se nos presenta el poeta:

La Tierra/ en su soledad/ gira/ en el mayor de los silencios.// La Luna/ es su pañuelo de lágrimas/ en un lenguaje/ que desconozco.

Se convierte la voz poética en ese enlace que sofoca el mutismo celeste de lo inconmensurable. Será su palabra (maridaje peculiar) ese tercer planeta que cataliza el arraigo inmemorial con nuestro satélite. Es carne planetaria que gravita y fluye entre ambos cuerpos.

El hombre prestado, por momentos, a su envanecimiento secular interroga e intenta poseer la respuesta ante lo sombrío:

¿De qué fuente maligna/ brotaron esas páginas/ que pronosticaban/ la oscuridad total del Universo?/ ¿Por eso tu mirada perdida,/ tu manera agresiva de caminar/ y tu costumbre insana/ de masturbarte frente a los niños?

Sin siquiera desprenderse de sus dudas, puede ahora desde la terredad desafiar los mitos y los miedos de la niñez:

Hasta el hidrógeno de las estrellas/ es finito, loco de mi infancia.

Pero el cálculo evasivo de nuestras certezas hace que el poeta recurra a la voz más autorizada: Dios. Por eso, en el poema “Elipse” nuestro planeta permanece subordinado a sus inefables directrices: “La Tierra, con sus volcanes,/ se apresta a dar una vuelta más.// Sólo Dios tiene fijada/ la fecha de su jubilación”. Y un sentido de impotencia meditabunda rodea al decir en el siguiente texto:

Quedo petrificado/ ante las mujeres de fuego/ y los hombres de ceniza.// Inmóvil/ en el centro del Cosmos.// Donde se forman los remolinos.

De tal forma que lo insondable se apareja con el mundo concreto y acechante de los hombres. La enigmática energía proveniente del cosmos no diferiría entonces en mucho de los caprichos y nefastas moralejas de la cotidianidad mundana. En nuestro auxilio recurrimos a la voz de Vicente Gerbasi quien afirma que “la expresión es el puente que el poeta tiende entre el Universo y el hombre”. Porque a decir del autor de Mi padre el inmigrante, cuando el hombre ya sea “por la inteligencia, por los sentimientos, por el anhelo, se colocó en el centro del Universo, (…) desde ese momento soporta el peso del misterio”; valorando así a la palabra poética como única posibilidad de rebelión ante los arcanos de la existencia.


 

Nesfran González nos propone el poema que lleva por título “Domingo, 4 de diciembre de 1988”:

Alberto me dijo/ que al señalar una estrella/ yo iría/ a ocupar su lugar/ y ella bajaría a la Tierra.// Mientras estiro mi dedo/ mis padres salen a la puerta/ para ver la caravana/ que ondeaba banderas blancas/ como velas de un barco(…)

El poeta guarda silencio. Se le viene encima un presagio que registra tardíamente. Algo que ni el más avanzado telescopio podrá escrutar nunca en nuestras indefensas almas terrícolas:

Ante lo que ocurría/ no lográbamos presentir/ el principio del fin/ de muchas comodidades.

Sólo la palabra. Aun en lo acerado del silencio, sólo ella será sostén ante el agravio. De cierta manera, la lectura de Aquí todo es silencio, nos conduce a las palabras de Ida Gramcko cuando se refiere como aquel “que en cada amanecer, después de haber donado todo, le pide perdón a las estrellas”. Con este poemario de Nesfran González la deuda cósmica se construye y acrisola del rumor y del misterio que convoca la poesía.

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Rafael Ortega