jueves, 19 de diciembre de 2024

Palabras bajo libertad (XII)

 


"Palabras que son flores que son frutos que son actos."

 Octavio Paz.

 

Selección y nota: Manuel Cabesa

 

POETA DE LAS CUATRO DÉCADAS

 

Los verdaderos poetas no tienen edad; su tiempo es el tiempo de sus palabras y si las palabras empleadas en su obra son las que reflejan una mirada pura y significante sobre la realidad que las rodea y de donde emergen, estas palabras probablemente tengan permanencia en el tiempo.

Este es el caso de Astrid Salazar, quien desde muy joven fue articulando un discurso lleno de imágenes contundentes donde la nostalgia, el amor y sus reveses, la denuncia de lo inhumano y sus miserias conviven en armonía dentro de imágenes nítidas y absorbentes.

Leer a Astrid Salazar es realizar un viaje al interior de su corazón siempre esforzado en abrir la puerta que separa la tristeza del anhelo, el amor del olvido, la realidad de la ignominia.

Recientemente nuestra amiga concluyó su cuadragésima vuelta al cuadrante solar de sus días y para nosotros ha sido todo un privilegio compartir buena parte de ese tiempo: casi toda vida de experiencias, sueños, grandes alegrías y pequeñas tristezas.

Hoy nos reunimos sus amigos para celebrarla, para seguir desandando con ella, por vía del afecto y la admiración, los caminos que se abren al amanecer de la Poesía.

 


I. Testimonios y lecturas

 

Una nota para Astrid...

La llamo "mi casi hija". Escribir sobre ti es recordar mis clases de literatura de Bachillerato. Sonrisas y miradas plenas de curiosidad y atención.

Descubrí tus escritos y observé un talento en desarrollo.  Había que pulirlo y hacerlo brillar.  Te indiqué el primer camino. Harry Almela y sus talleres.

Azules de mi infancia inicia un sublime transitar por la vida. Y me llena de gozo saber cómo esos textos iniciáticos han sido escenificados a través de la danza, de la música.

Tu recorrido escritural se asemeja a nuestras caminatas por los alrededores de la UCV, Maracay. Movimiento y observación: "como hoja movida por el viento" , así lo has afirmado.

Una escritura plena de diversos matices que transita la admirable sencillez de la ruda soledad, a la pecadora lujuria colmada de purpúreas emociones.

Una poesía amorosa y lancinadora del alma.

Sin olvidar la ciudad, lo urbano, la desamparada vida de los olvidados, de las dolorosas despedidas, ausencias y desamparos. Con heridas y cicatrices que el tiempo sana o sanará.

Has crecido en este quehacer que es tu lugar y tu camino.

Mente creativa como los rizos de las olas que mojan tu cuerpo.

Coincidimos en cada agosto como reiniciador de vida.

Celebras con brebajes de cúrcuma,  menta o eucalipto.

Tu vida es la poesía que nace de tu interior, recorre el mundo saturado de dolor, desamparo, amor y desamor. En bucles que provienen del útero y regresan a él.

Te quiero y recuerdo entre cafés, panes dulces, lecturas compartidas, confesiones amorosas, talleres creativos (donde he sido tu alumna) y el deseo de sentirme cerca de tu vida, aunque nos separe un océano.

 "Con la poesía me hago parte de la realidad"  porque

"el poema es mi lugar y la poesía el camino que transito" A. S.

 

Dilcia Zamora

 


***

 La cara olvidada y el puente en ruinas

J. M. Llerena

     He conocido a Astrid Salazar como diez veces. O ella tiene mala memoria, o yo una cara muy fácil de olvidar (¿y a qué recordarla?). Me ha pasado a mí mismo en las mañanas que no sé quién es el que me devuelve la mirada de borrego desde el espejo del baño. Entonces no la culpo.

     La vez más reciente que la conocí fue el sábado pasado en un recital de poesía en la sede de la Universidad Nacional Abierta en Maracay. Me la presentó Manuel Cabesa, como todas las veces anteriores.

     Que se acuerde de mi cara --no digamos de mi nombre-- o no es lo de menos. No vine a hablar de eso. Aunque ese bucle presentación - olvido me trajo a memoria “Puente”, un poema de Astrid con el que me topé hace unos años.

     Un puente ancestral, un destino escrito en las piedras, es cruzado por quienes buscan la luz o los atardeceres, o los que prefieren ver deslizarse el agua o pasar la noche arropados de estrellas. Sin embargo, es un ciclo tan rutinario que ya los usuarios ni notan el puente a sus pies ni el riesgo que corren por lo desvencijado de la estructura.

     Un caminante, que resulta tener alma de puente –creo que era un puente que aprendió a dejar de serlo—, se toma el tiempo para reparar el viejo puente y enseñarle que él también puede dedicarse al oficio de restaurador si así lo desea, dejando de ser puente pero sin perder su esencia.

     El viejo puente decide probar suerte, pero se pierde ebrio entre los bares mientras ejecuta en medio de la pista una solitaria danza rota, resabio de las pisadas más fuertes cuando yacía descolgada (el puente es ella) sobre el abismo que separa la noche del día.

     Sólo ahora, recién extraviado el eslabón entre el crepúsculo y el alba, el sitio desde donde se contemplaba el sereno discurrir del agua sobre los muslos iluminados por la caprichosa intermitencia de los cocuyos, se nota su ausencia.

 

***

 Leer la poesía de Astrid Salazar es leer un grito de atención por la ciudad y sus habitantes.

Una poesía que tienta a los lectores, los envía hacia un mundo que sabemos existe,  pero a veces ignoramos.

El dolor desde la visión de ese transeúnte olvidado, de aquellos que se adueñan de  las calles en plena oscuridad, el paciente que no es objeto sino ser humano, que siente y clama ser amado; el hombre o la mujer desdichados en su vida amorosa, el triángulo amoroso; las cervezas en algún bar; los maltratados, los que lloran con cicatrices no solo en el cuerpo sino también en el alma.

La poesía de Astrid Salazar es una completa adicción.

 

Gloria Dolande

 

***

 Releyendo los textos de Astrid Salazar encontramos también un juego de erotismo, de perversión y de una sexualidad expresada de manera natural.

En su libro "Paredes púrpura", un libro construido desde la voz de la amante, de la otra que también puede ser múltiple, que soporta la espera del amante comprometido, encontramos el siguiente texto:

 

XIII

Los vasos de mí boca

piden a grito

       una smirnoff

desbordada en espermas

de ti.

 

El verbo directo, la limpieza en cuanto a los adjetivos o comparaciones muestran una escritura cuidada, erótica hasta los límites.

Por otro lado, estamos en presencia de una sexualidad más cercana al goce corporal y menos vinculada al encuentro amoroso.

La voz poética se asume desde la amante que espera:

 

XV

Brindo

porque hoy

te acuestas entre sus brazos

relagalándole

el orgasmo

que me pertenece.

 

A manera de reclamo pero también a manera de quien cuida su territorio. Se asume dueña de lo que en realidad no le pertenece, ni le pertenecerá.

Es interesante encontrarse poemas donde la voz femenina asume roles de dominación y de conquista reservado hasta hace poco solo para la voz masculina.

Hay un respetuoso manejo de la palabra y del idioma que valoro en textos de esta  temática.

 

Marcos Veroes

 

***

 

Los poetas solemos encontrarnos en los versos del otro. Y por momentos los acompañamos en sus correrías y te inunda una alegría extraña cuando esto ocurre en una calle de Maracay, alguno de sus bares o en una pollera de la Avenida Bolívar.

Astrid Salazar nos abre una puerta nocturna a la ciudad, pero ella es también es ciudad y nos muestra caminos ocultos, aceras rotas y esquinas oscuras con faroles vandalizados.

Es esta, una poesía definida por lo auténtico, libre de adornos superfluos, en la que podemos reflejarnos tal y como los rockeros de los noventa, que hicieron de sus traumas un tema universal.

Leer a Astrid es encontrarse con Rosana Hernández Pasquier, Ingrid Chicote,  Yadira Pérez, Isabel Rivas y María Angélica Moreno.

 

Nesfran González Suárez

***


  

II. Poemas de Astrid Salazar

I

las malditas realidades

me consumen y no me doy cuenta

 

sostenida a la deriva

se escama mi útero

caigo al vacío inerte de este universo

he de morir

después de terapias infernales

 

II

mi planeta se hunde

en cancioneros de lágrimas

con letras depresivas

marchitas y laberínticas

inventamos la espiritual verdad

la hacemos parte de nosotros

la internalizamos

para luego morir

hastiados de ella

 

III

es un virus que permanece

quieto e inmóvil

sin sugerencias

¿podrá un día consumirnos?

 

IV

ante la imagen Suprema

veo correr las esperanzas

escapándose los minutos

 

V

ya las mañanas parecen menos extrañas

el aire

sin embargo

se hace un poco más natural

 

VI

vivo calmando una aflicción

que me condena en todos los instantes

 

VII

como el polvo desaparezco

y más allá de todo

quiero volar y no vivir

en este mundo

donde morimos antes de nacer

 

VIII

recen por mi perdón

pues no me resigno a la idea

de abandonar mi adicción a la vida

 

IX

duele el frío de todas las madrugadas

dentro de mí se esparcen

estas indeseables pinzas

 

soy un vacío

en donde no caben las esperanzas

muero amordazada en el recuerdo

sin una cura

ante esta maldita pena del mundo.

1 comentario:

  1. Interesante mirada múltiple de la poeta que es Astrid. Saludos

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Los blogs se alimentan de palabras, gracias por dejar sus comentarios en el mío.
Un abrazo,
Rafael Ortega