-Leonardo Maicán-
Mis dedos saltan de emoción en el teclado al escribir sobre Edmundo Alvarado, pintor de una dilatada trayectoria en el quehacer cultural del estado Aragua, en cuya capital reside desde el año 1963, ciudad donde su labor como docente ha rendido sus buenos frutos, pues no son pocos los artistas de la región, de mayor o menor relevancia, que en algún momento de sus vidas han recibido clases de pintura y dibujo del maestro venezolano. La conversación con don Edmundo fue cálida, amena. Plática coloquial, llana, salpicada de anécdotas.
Nació el día de Santa Dionisia en 1930, en la población larense de Humocaro Alto. De modo que a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, contaba don Edmundo con cinco años y once días de nacido. Fueron sus padres doña Georgina Alvarado Pérez y don Antonio Alvarado, músico y artesano (hacía sombreros). Y es un milagro que hoy podamos disfrutar del genio creador de este viejo samán de lúcida sombra, pues a poco de haber saltado al ruedo de la vida estuvo don Edmundo a punto de ser “raspado” por la Pelona. Díjome: “Me dio pulmonía. Yo tenía sólo seis meses de edad. Tan grave me vi que el doctor que me atendió les dijo a mis padres que mi mal no tenía cura, que fueran comprándome la urnita, que de ese día no pasaba. Pero un vecino dijo a mis padres que yo sí me salvaría, que me dieran tal cosa y rezaran tal oración. Así lo hicieron. A la mañana siguiente amanecí sanito, vivito y coleando”. Brota la risa, como un manantial de agua fresca brota la risa de los labios de don Edmundo, y yo bebo de esa agua, río también, canto risueño, melodía.
Aprendió a leer en el legendario libro de Mantilla, de la mano de una maestra cuyo nombre no recuerda (mencionó varios nombres, pero no está seguro). La escuela, de tejas y bahareque, era la única que había en 20 kilómetros a la redonda. El pequeño Edmundo cubría tal distancia a pie, partiendo bien de madrugada por esos caminos de monte y culebra para poder llegar a la Escuela Graduada (así se llamaba) con los primeros rayos del sol. Fue allí donde Edmundo Alvarado descubrió su pasión por la pintura. No en balde era el encargado de poner al día la cartelera sobre los más diversos temas: Viajes, salud, higiene, fechas patrias, etc. Su maestra, apercibida del talento del chico, le apoyó en la medida de sus posibilidades. Le regalaba creyones, cartulinas. Lo aconsejaba. “Ella fue quien prácticamente me metió en esto”, dice Alvarado con un dejo de nostalgia; dos pequeñas constelaciones se le forman de repente en cada ojo, pequeñas osas mayores refulgiendo lejanía.
Ya cumplidos los 13 años, se mudó con su familia a Biscucuy, población del vecino estado de Portuguesa. Recogía café en los campos, pilaba maíz, cultivaba la tierra. “Era un campesino”, dice con orgullo. Por esa época, don Edmundo recorría las calles del pueblo montado en un burro, vendiendo pan dulce y acemitas (tunjas). “A las acemitas las rociaba con afrecho”. Tenía 16 años cuando conoció a un joven ingeniero agrónomo, un enamorado de las artes plásticas quien obsequió a Edmundo con varios libros de pintura, y por sobre todo, lo enseñó a dibujar. Desgraciadamente, la informal relación alumno-profesor tuvo un final trágico, pues el ingeniero agrónomo se metió a la guerrilla, muriendo al cabo de unos años desangrado en las montañas de Portuguesa y Lara, en medio de un oscuro accidente donde recibió un disparo en una pierna. Don Edmundo no se acuerda del nombre de este ingeniero agrónomo, sólo recuerda que era hijo del general Gabaldón. (Es evidente que don Edmundo se refiere a Argimiro Gabaldón (1919-1964), comandante del Frente Guerrillero de Liberación Nacional “Simón Bolívar”, muerto en iguales circunstancias, quien estudió arquitectura y fue un amante de las artes plásticas.)
Entrega del Premio Regional de Artes Visuales del estado Aragua 2013
Pero la vida continuaba para este hijo ilustre de Humocaro Alto. Viajero incansable, no cesaba de descubrir paisajes, con el solo antojo de su pincel preñado, embarazado de sueños. Sueño que lo llevó a estudiar Arte Puro en la Escuela “Martín Tovar y Tovar”, en Barquisimeto (1953). Poco tiempo después estudió en la “Cristóbal Rojas” de Caracas, donde tuvo por maestros a Rafael Ramón González y el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Conoció asimismo a Manuel Cabré, entre otros destacados pintores. Ciudad en la que trabajó además con Carlos Cruz Diez, en Sabana Grande.
Como vemos, Edmundo Alvarado ha bebido de muchas y variadas fuentes, comenzando con la fuente primigenia, que es la de su infancia y más tierna juventud. Vale decir el campo, el ambiente rural con sus chivos y vacadas, Humocaro Alto, Biscucuy, maizales, cafetos, el canto del gallo y los alambiques artesanales, de cuyas ubres libó el maestro el sabroso cocuy, bebida precolombina de antiguos dioses olvidados. De allí le viene a don Edmundo su amor por el paisaje, siendo en consecuencia uno de los pocos pintores vivos de la vieja escuela paisajística. Es también un muralista consumado. Uno de sus murales más representativos lo podemos apreciar en el Instituto “Los Próceres”, en Maracay, mural donde el viejo maestro rinde tributo a los héroes de la gesta libertaria de la Independencia. Otro mural, de igual color temático que el anterior, lo ubicamos en el Liceo “Valentín Espinal” de Maracay.
Presentación del libro Imágenes y Colores del Realismo Social en el Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu (2013)
Su obra no se limita solo al mural de “altos valores patrios”, ni al paisaje bucólico donde la naturaleza apenas se ve alterada por la presencia de humildes casas, diseminadas entre montañas, quebradas y bosques. Desde sus comienzos, este artista plástico ha centrado su atención en el sujeto humano, enmarcado en unos primeros planos que impresionan por la belleza del color y el movimiento tácito de los personajes. Pero Alvarado no es un pintor que anda tras la búsqueda de estereotipos foráneos. Sus hombres y mujeres tienen el sabor de nuestra tierra, la mirada del trópico y un corazón noble donde hay cabida para el dolor y la nostalgia, la alegría y la esperanza. Es que a Edmundo Alvarado siempre le ha preocupado el tema social, quizá por ello escogió el pincel como arma bélica, para denunciar injusticias y enderezar entuertos.
Maicanópolis, junio de 2013
SALUDOS para El Gran maestro Edmundo Alvarado
ResponderEliminarDe parte de su Colega y Amigo Antonio Hernández (Artista visual del Municipio Libertador de Palo Negro Edo Aragua)
No conocía la trayectoria del maestro Edmundo. Gracias por darla a conocer. Si lo conocí en vida, un amor de persona sencillo y generoso. Historia de Aragua
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