sábado, 10 de abril de 2010

Román Funes, el paisaje urbano dentro del arte: “La poesía sí funciona”


El lector forma parte importante como un juez, por lo que busco identificarme con ese juez-lector para que el poema perdure en su memoria sin importar si recuerda al poeta


Texto y foto: Rafael Ortega

El oficio de artista callejero le enseñó a Román Funes (Maracay, 1973) a hurgar en la mirada y en el alma de las personas, quienes transitan azoradas por las arterias viales, las cosas que sienten y no se atreven a decir por temor a ser catalogadas como débiles y anticuadas.
En su poemario Ínfimo a Coidiz (1996), publicado por el Círculo de Escritores del estado Cojedes, se observa el grado de importancia que otorga a la contemplación de la naturaleza y los hechos cotidianos, como elemento fundamental en la creación artística.
Coincide con la frase de Facundo Cabral que reza: “Por cada cantor, hay un soldado menos” y la parafrasea: “Por cada artista, hay un soldado menos y un soldado menos significa una guerra menos en nuestras naciones... un muerto menos”.
—¿Cuáles obras o autores te motivaron a escribir?
—Un poeta que me atrapó con su obra fue el doctor Guillermo Ferrer, de Maracaibo, con su poemario Humos del viento. La lectura de ese libro me hizo sentir muy bien y desde ese momento comencé a identificarme con lo que sucedía en el ambiente. También Dante Alighieri, con La Divina Comedia, y Oriana Fallaci, entre otros, aunque vine asumiendo el rol de poeta tras la publicación de la antología Nuevas voces, publicada por el Instituto de Cultura del estado Cojedes, cuando Luis Felipe Bellorín me dijo que el compromiso con la palabra es eterno. Y eso lo asumí como un compromiso ante el público para ofrecer las cosas que yo pueda dar con respecto al medio.
—¿La publicación de tus poemas en esa antología se debe a tu participación en un taller literario?
—Sí, en el año 1992 participé en un taller de expresión literaria conducido por Carlos Villaverde.
—¿Consideras que los talleres son fábricas de escritores?
—No, los talleres son nutrientes para el escritor, sirven para ayudar y reforzar a ese creador que está allí, leyendo poesía, narrativa, ensayos, para demostrarle que no está solo.
—¿Cuáles temas te motivan a escribir?
—Por lo general, los temas que siempre florecen son el de la mujer, la naturaleza, soy un tanto simbólico en esos aspectos, me valgo de las metáforas para no describirle al lector cómo son las cosas, sino simplemente hacerlo partícipe de ese acontecimiento que sucede allí mientras lee, pues el lector forma parte importante como un juez, por lo que busco identificarme con ese juez-lector para que el poema perdure en su memoria sin importar si recuerda al poeta.
—¿Cómo nacen tus poemas?
—A veces me quedo en silencio, un silencio que ni yo mismo entiendo, y es como si entrara una luz en mi cabeza, en mis pies, en mis manos... y me voy solo a escribir, es algo que me motiva, una energía que está allí, y voy plasmando las cosas que me han sucedido o las que me pueden suceder. En mis poemas siempre encontrarás elementos de la naturaleza: el amanecer, la aurora, el ocaso, cuando la tarde se entrega a la noche, básicamente es eso: la parte sublime que uno va consiguiendo dentro de sí.
—Tengo entendido que actualmente escribes una novela, ¿con cuál corriente literaria te identificas?
—Con la corriente fantástica, me siento cómodo soñando, me gusta hacer hablar a los animales, hacerlos sentir, mostrar una analogía entre el hombre y el animal, esa convivencia bien sea en la calle, en el bosque, en el mar... el animal siempre le va a reclamar al hombre por qué le quitó su ambiente y lo llamó medio ambiente.
—¿Aparte de la lectura, de qué otras fuentes te nutres para escribir?
—La mujer, la ciudad, la vida diaria, cuando salgo a la calle y observo las situaciones que ocurren y las traslado a ese silencio que comprende la almohada, la cama, el lápiz, el cuaderno y el ladrido de los perros.
—A tu criterio, ¿cuáles escritores venezolanos son fundamentales?
—Eugenio Montejo, Arturo Úslar Pietri y José Antonio Ramos Sucre, uno de los más intensos, entre otros.
—¿A qué atribuyes que nuestros escritores sean poco conocidos en el exterior?
—No puedo decir “es culpa de...”, creo que cada quien va mereciendo en la medida en que vaya aportando, porque si yo escribo y tengo cien mil papeles guardados en mi casa, esa es mi decisión. Ahora se están dando muchas oportunidades para participar en talleres literarios, se están conformando editoriales que ofrecen publicaciones a los más jóvenes. El hecho de que los poetas venezolanos no se hayan hecho sentir en el mundo depende de la condición de cada uno. Esa responsabilidad la tiene uno como poeta, no se la atribuyo al Estado ni a las editoriales ni a los periódicos, porque si yo quiero publicar voy directamente a la fuente.

Pero en Venezuela los niveles de lectura son muy bajos, ¿es difícil ser escritor en un país de pocos lectores?
—Mi experiencia como poeta y artista plástico, aparte de otras actividades que realizo en el área de la docencia en las escuelas, me impulsa a trabajar con los niños en la creación de personajes, a los que ellos mismos van a dar vida para luego leer y dibujar. Siempre tenemos una hora de lectura para comprender el significado de las palabras, para utilizarlas como una manera de expresar los sentimientos, independientemente del tema que el niño quiera escoger. Por lo general los niños siempre escogen temas del hogar o temas fantásticos como “El heladero volador” o “El perro que caminaba sobre las aguas”; en fin, dentro de mi trabajo como artista-docente sí he notado que ha mermado muchísimo la lectura y el reto es seguir, tratar de conformar círculos de lectura para niños en las comunidades, en las escuelas.
—¿Cuáles autores de la literatura universal recomendarías?
—Recomiendo La Divina Comedia, de Dante Alighieri, allí está la vida del hombre terrenal, desde el Paraíso, el Infierno y el Purgatorio.
—¿Las instituciones del Estado prestan ayuda necesaria al escritor?
—Uno recurre a fundaciones, a amigos, a gente que está en el medio, quienes te invitan a participar en actividades. Recuerdo que en el año 1996 fui invitado por Roberto Santana y Claudia Hernández a una tertulia poética en el Ateneo de Maracay, esos eventos se hacían allí y se les daba un sentido real, se respetaba esa oración que cada poeta expresaba... Ahora, eso se ve muy poco y uno se pregunta: ¿dónde están los planificadores? Entonces, de allí deduzco que el Estado no ayuda a los artistas, aunque sí reconozco que se han hecho algunas cosas, como la Feria del Libro en Caracas, el Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de Carabobo, pero el deber del Estado es aportar lo más que pueda a la cultura.
—¿Cuál es la función de un escritor?
—Hacer que el lector, en esa hora, media hora o minuto en que lea una obra, vea mejor el mundo a como ya lo había visto, que esa lectura le sirva, le funcione. Una vez, una mujer se me acercó y me dijo: “Estoy perdiendo a mi esposo, mi matrimonio se va al piso”. Saqué un libro y comencé a leerle algunos textos. Me lo pidió prestado y se lo entregué con plena confianza. A las tres semanas, ella regresó y me devolvió el libro, diciéndome: “He salvado mi matrimonio, muchas gracias”. Entonces le pregunté qué había hecho y me explicó: “Todos los días le enviaba un texto a su celular”. Eso quiere decir que la poesía sí funciona. La función es esa: sensibilizar a la población, que la gente vea un mundo distinto, disminuir el estrés, que es una de las enfermedades que más aquejan a nuestras sociedades modernas.
—¿Cómo ves el panorama regional en la actualidad?
—Se está haciendo un trabajo, eso lo comprobé en el Encuentro Internacional de Poesía, donde vi varios grupos literarios. Pienso que en Aragua existen escritores que tienen la suficiente calidad, fuerza y empuje para mostrarse ante cualquier público.
—¿Piensas que las nuevas tecnologías facilitan la promoción de la obra de un escritor?
—Me parece que sí, por ejemplo, existen muchas páginas web donde publican inclusive autores noveles, y hasta pueden ser traducidas a diversos idiomas. La tecnología se puede aprovechar al máximo y puede darle consistencia al trabajo literario. Tendrá sus defensores y detractores, pero la tecnología forma parte de la realidad del hombre moderno y tenemos libre albedrío para escoger lo que queremos.
—¿Algún día los libros virtuales suplantarán la tinta y el papel?
—No creo que el libro vaya a ser borrado, al contrario, pienso que se va a mantener por muchos años más. Una pantalla, unas teclas y un chip nunca suplantarán al libro.



Un paso a la inmortalidad


Escribir es entrar en un espacio donde se da el primer paso hacia la inmortalidad. Es quedar en la memoria de un pueblo, hacerse partícipe de un legado cultural que sucede a diario en un país, un pueblo, una comunidad... es esa forma de querer vivir para contar...

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Rafael Ortega