Rondalla: Conjunto musical de instrumentos de cuerda; Cuento, conseja, romance; Conjunto de personas que van tocando y cantando por la calle.
Edición y nota: Manuel Cabesa
******
Para la gran mayoría no hay una sola navidad al año, pues la memoria va agregando a la festividad presente las navidades que vivimos y permanecen guardadas en la memoria. Sobre todo aquellas que poblaron con sus luces y sus sabores ese paraíso perdido que llamamos infancia.
(mcabesa)
‐‐--------------------------------------
Navidad esa arca de recuerdos
-Mercedes Carmona-
(Maracay, Venezuela)
Arribó diciembre, todo se transforma; el ambiente se vuelve policromático; los días transcurren con el astro sol más resplandeciente que los meses que le precedieron, generando un intenso calor.
La noche extiende su sombra más temprano que de costumbre, acompañada de brisas muy frías que obligan a buscar abrigos, bufandas y gorros para cobijarse.
La música que se escapa, a todo volumen, de la casa vecina, es la típica para el momento: aguinaldos, villancicos y gaitas, reviviendo los recuerdos, que se tropiezan unos con otros en el laberinto de mi mente.
Recuerdos que evocan diferentes momentos, rindiéndole culto a nuestras tradiciones.
Me veo junto con mis hermanas bajando y desempolvando las cajas que resguardaron durante un año las figuras del pesebre; y las que protegieron al arbolito con sus adornos.
El día escogido para colocar el nacimiento y el arbolito se convertía en una fiesta; familiares y amigos llegaban sin invitación alguna. La labor la realizábamos con música navideña y tomando de vez en cuando una copita de ponche crema, los de más edad.
Entre tantos recuerdos navideños me llega la imagen de mi mamá planificando la comida para la cena del 24. Tenía por costumbre preparar un pollo, criado en nuestro patio, relleno al horno.
Después de desplumado el pollo, mamá se transformaba en una excelente cirujana: lo ponía en la mesa y con un cuchillo bien afilado le hacía una incisión en el pecho para colocar el relleno de papas, zanahorias, ajo, cebolla, pimentón, alcaparras, aceitunas y tocineta, que con anticipación ya había preparado. Después, lo suturaba con hilo rojo y lo llevaba al horno, durante el tiempo previsto.
Otra exquisitez de mamá, que no faltaba en nuestra mesa navideña, era el dulce de lechosa. Ya con el fruto verde en sus manos le hacía leves cortes en la concha para que expulsara la leche que semejaban surcos de lágrimas; la picaba por la mitad longitudinal para sacarle las semillas; las cortaba en rebanadas de un centímetro de grosor; las dejaba al sereno en bandejas cubiertas con una maya para evitar que algún sucio o animal les cayera encima.
Al día siguiente, continuaba su obra culinaria: lavaba las lechosas procesadas; en una olla combinaba papelón rayado y azúcar y los llevaba al fuego para que se mezclaran junto con las astillitas de canela, clavitos dulces y unas hojas de higo; encima, colocaba las rebanadas de lechosa para su cocción, en el tiempo requerido.
Ese olor divino, celestial, que se escapaba de la olla, digno de un banquete en el Olimpo, invadía nuestra casa y las de los alrededores.
Estos retazos de recuerdos de mi infancia hace que mire con ternura y devoción a Rilke cuando se refiere a ella como "esa riqueza preciosa imperial, esa arca de los recuerdos".
Sin lugar a dudas, diciembre es época catalizadora de la memoria colectiva; no podemos negar que año tras año navegamos esa nave de ensueños que nos convoca.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los blogs se alimentan de palabras, gracias por dejar sus comentarios en el mío.
Un abrazo,
Rafael Ortega