miércoles, 1 de octubre de 2025

Mi amigo Elio Rubens


-Manuel Cabesa-


Tuyo y de nadie, es el camino abierto.

Juan Sánchez Peláez


Un mensaje de wasap me recuerda que el día 26 de septiembre de 1938, nació en Upata, Estado Bolívar, Venezuela, Elio Ruben Gómez López (Elio Rubens), actor de televisión y teatro venezolano; y murió un día después de su cumpleaños 27 de septiembre pero en 1999.

Y me recuerda también la época en que casi todas las noches transitaba por el bulevar de Sabana Grande entre el Gran Café y la calle Asunción buscando algo de compañía en algún un refugio donde pudiera abrevar también mi inagotable sed.

No siempre hubo compañía, era cuestión de suerte, si yo no me procuraba a alguien antes, conseguir con quien conversar de cualquier cosa. 

Tres eran los sitios que utilizaba de oficina en aquellos predios, los cuales visitaba según el estado de ánimo, la situación económica y de quién me acompañara y con qué intenciones. 

El más frecuente, la barra del Gibus en el legendario Callejón de la Puñalada, donde gozaba de la complicidad del barman, Roberto, y en donde podía codearme con los panas escritores sin ninguna ceremonia: Ángel Malavé, Pancho Massiani, Miguel Márquez, Gabriel Jiménez Emán, entre los que recuerdo.

En la calle Asunción, paralela a la Puñalada, estuvo O' Gran Sole que a pesar del nombre era una tasca española de dos niveles atendidos ambos por dos Pepes, uno gordo en la planta baja y uno flaco en la mezzanina. Yo casi siempre en la mezzanina y casi siempre solo: un sitio tranquilo para beber y meditar con la venia de mi amigo Pepe que siempre estaba atento para cambiar el tercio sin que se lo pidiera. Abajo pocas veces, y casi siempre en compañía de amigo; fue allí donde conocí a Carlos Noguera una noche donde sellamos una amistad nacida a primera vista que duró hasta su muerte.

Menos visitado la Marisquería La Asunción casi al lado del bulevar. Era más para comer y estar grupo. Aunque a veces me dejaba caer solo por ahí.

Una noche que estaba en el sitio con la barra llena,así que me tocó ocupar una mesa del fondo. Al poco rato hizo su entrada Elio Rubens: todo un caballero elegante imbuido en un traje tres piezas, buscando un lugar donde ubicarse mientras saludaba a todos a su paso. 

Al fin me descubrió y llegó a donde estaba sentado: me tendió la mano junto a las buenas noches y preguntó si podía sentarse. Evidentemente que sí y durante un rato pasamos la velada juntos, en un silencio sólo interrumpido por quienes se acercaban a saludarlo.

No hubo presentaciones, no hacía falta: yo sabía quién era y a él no le importaba quién era yo. La situación no dejaba de parecer extraña: ahí estaba sentado junto al Santos Luzardo de mis recuerdos televisivos, en completo silencio, cada uno ocupado con su bebida y sus asuntos.

Al terminar de disfrutar un par de whiskys y cancelar su cuenta, se despidió con otro apretón de manos mientras me daba las gracias por todo (!).

Habría quedado como un momento feliz y tranquilo, si no fuera porque otro día cuando regresé al local se repitió la misma ceremonia y esta vez innecesariamente porque habían mesas desocupadas (creo que era un lunes). Llegó el primer actor, saludando a los presentes hasta llegar donde estaba, me estrechó la mano, dió las buenas noches y pidió permiso para sentarse. 

Ya a esta altura Elio era como ese amigo que querías hacer y de pronto lo tienes junto a ti. Ambos callados en esa extraña complicidad que da el silencio. 

Lo seguí encontrando, cada vez que pasaba por La Asunción, que ya dije no era muy seguido, aunque Elio si parecía un cliente regular y desde esa primera vez la estrechada de manos y las buenas noches, aunque no compartiéramos la mesa, se volvió algo habitual.

Cierta vez, estaba acompañado por una chica y otro amigo cuando Elio entró como siempre, elegante y sobrio saludando a la clientela, hasta llegar a nuestra mesa donde se inclinó (era muy alto) para darme la mano, saber cómo estaba y darle las buenas noches a quienes me acompañaban. Todo ante el estupor de ellos que nunca imaginaron que una gran estrella de la televisión tuviera la cortesía de venir expresamente a saludarnos. 

Pero lo dicho: mi amigo Elio Rubens era todo un caballero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los blogs se alimentan de palabras, gracias por dejar sus comentarios en el mío.
Un abrazo,
Rafael Ortega