Año VI. Número 254
Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Romance
de la pena negra. Federico García Lorca
Carmen Campos (Nirgua,
estado Yaracuy, 1933) es narradora, ensayista, poeta y locutora. Profesora de
Castellano y Literatura, Magister en Docencia Universitaria y jubilada de la
Universidad Pedagógica Libertador.
En su destacada labor
en el campo de la docencia y de las letras se destaca su trabajo en la coordinación
general del Programa “El arte va a la escuela” y en la presidencia de entidades
tan importantes como el Instituto de Integración Social Aragua (INISA) la
Fundación Crecer en Bolívar y la Asociación de Escritores de Aragua (1989-1991).
Carmen Campos forma
parte del grupo cultural “Los Cuatro del Solar”, de la Fundación Ludovico
Silva, de la Agrupación Literaria Pie de Página, de la Red de Escritores de
Venezuela y de la Agrupación “Entre voces y letras”, aparte de encargarse de la
coordinación en Aragua del Festival Internacional de Poesía Palabra en el Mundo.
Ha publicado seis
libros: Trópicos (1991), Signos en la piel (1992), La ciudad perdida (2002), La muerte del poeta (2005), Baraja de muerte (2004) y El último tiempo (2007), mientras que
ocho títulos de su autoría aún permanecen inéditos.
Por su meritoria
carrera, Carmen Campos ha recibido innumerables menciones honoríficas, tales
como la Medalla 27 de Junio en su Primera Clase (1985), Orden Luisa Cáceres de
Arismendi (1994), Orden Simón Rodríguez (2001), Reconocimiento de la Sociedad
Bolivariana de Maracay (2008) e Hija Ilustre de Nirgua y del estado Yaracuy
(2008).
En este sentido, nuestra
entrevistada resaltó que en aquella oportunidad -cuando era condecorada por los
representantes del Concejo Municipal de Nirgua y del Consejo Legislativo de
Yaracuy- el cronista de la ciudad la bautizó como “Hija del sembradío y de la
montaña”.
También comentó que su
progenitora, Justa Pino, era una lectora infatigable, por lo que deduce que su
pasión por la literatura le fue transmitida desde la matriz. Aunado a esto, en
la familia también había músicos, pintores, poetas y declamadores que fueron incrementando
su interés por las artes.
De su tierra natal,
quedaron grabados por siempre en su memoria los paisajes agrestes y las montañas,
además de algunos recuerdos: “Todas las noches, mi madre leía a la luz de las
velas y nos contaba historias que ella misma inventaba”.
Asimismo, Carmen
Campos confesó que su primer poema lo escribió a los nueve años de edad. Se
trataba de un acróstico; además, tenía un cuaderno con algunas canciones, por
lo que participaba en todos los actos culturales del colegio donde estudiaba.
Siendo todavía muy joven,
su familia se mudó por dos años a la ciudad de Valencia y posteriormente se
asentó en Maracay, donde renació su interés por la literatura y -al ingresar al
sistema de educación superior- la escritura se convirtió en un hábito.
Al revisar los títulos de sus obras, se
percibe mucha versatilidad en cuanto a los temas y los géneros, pese a que la
autora considera que se siente mejor en la narrativa al momento de expresar sus
ideas.
“A través de la
narrativa, he expresado mis sentimientos y mis emociones, entre la realidad y
la fantasía”, aseveró.
Al tratar de indagar el
porqué ha trabajado tanto con el tema de la muerte, Campos asomó su respuesta: “La
muerte es poesía. La muerte es un estadio inexplicable y ambiguo. No sabemos si es un principio o un final. Lo que
nos lleva a pensar y a repensar sobre el más allá y el más acá”.
No obstante, lo primero
que recomienda a los más jóvenes es que sientan amor por el oficio de escribir,
“además, deben tener mucha constancia porque al momento de escribir un relato,
un poema o una novela nos transportamos a otros escenarios, otros mundos y a
otras vidas”.
De igual manera,
Campos les dejó a manera de tarea la acción de transformar las anécdotas o las
historias que escuchen en cualquier lugar para darles el final que mejor les
parezca con la finalidad de encontrar su propia voz narrativa.
A su juicio, el
aporte que el escritor le hace a la sociedad es infinito. “A través de nuestras
historias describimos la realidad del momento que nos ha tocado vivir; es
decir, somos cronistas de nuestro tiempo”.
Niega rotundamente
que todo esté escrito en materia de literatura, pues cree que “la vida se va
transformando y las cosas se tornan diferentes; además, cada hombre y cada
mujer tienen su propia historia”.
Hasta aquí llegó
nuestro espacio. Recuerden que pueden contactarnos a través del correo
electrónico: rafedort@gmail.com, Twitter: @rafedort, Facebook: Rafedort y el
blog: zonadetolerancia69.blogspot.com, donde encontrarán todas las ediciones de
esta columna.
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Rafael Ortega