-Rafael Ortega-
Uno de los autores
contemporáneos que representa con mayor fidelidad la esencia de la urbe de
cualquier región de Venezuela es sin lugar a duda Erasmo Fernández, quien nació
en la población de Chivacoa, estado Yaracuy, en el año 1946.
Aunque nacido en otra
entidad venezolana, el poeta Erasmo Fernández ha hecho buena parte de su vida
literaria en Aragua, específicamente en la ciudad de Maracay. Es por ello que
actualmente se le reconoce como uno de los autores aragüeños más importantes,
si no el mayor de todos.
De un lugar a otro,
mochila al hombro, se le ha visto contemplando y escribiendo. Viviendo y
sintiendo la poesía de la calle. Llena de sentimiento. La pluma escribe sin
destino, lo que piensa, lo que siente. El orden es indistinto, pues lo que
cuenta es lo vivido:
La
noche tiene dueño: el bien y el mal;
que
en fusión espejean
el
mismo gentilicio bajo la oscuridad.
No
tendrá escapatoria el trashumante,
el
aguacero caerá sobre él sin mengua;
con
frío, enchumbado estará
si
no busca un alero, un café bien
caliente
y un cigarro.
Para entablar una
conversación con este poeta, es preciso convertirse en cómplice de un estilo de
vida outsider que degustamos a través
de las obras legadas por escritores de la talla de Jack Kerouac, Allen
Ginsberg, William Burroughs o Charles Bukowski, por citar algunos autores que
explotaron sus vivencias hasta convertirlas en su principal fuente de
inspiración.
Este
encuentro no es casual
no
me asombra
A
mí a quien aflije una palabra
este
recogimiento no es un acto primario
Lo
voy a reforzar
cambiar
Lo
entrego hecho poema.
Dicen que llegó junto a
su familia a Maracay en 1958, tras la caída de la dictadura del general Marcos
Pérez Jiménez, cuando contaba con unos once o doce años de edad y desde
entonces dio inicio a su formación autodidacta.
Entre sus recuerdos aún
se mantiene vivo el primer día que puso sus pies en la Casa de la Cultura de
Maracay. Fue en el año 1974, cuando se celebraba “La semana de los artistas
jóvenes” y acudió gente de todas partes.
Por la mente de aquel
irreverente joven que había abierto sus ojos ante el mar de la literatura a
través de unos textos de Andrés Bello, Víctor Hugo, Horacio Quiroga, Pablo
Neruda y Arnaldo Acosta Bello, entre otros, jamás se asomó la posibilidad de
conocer a algún poeta reconocido.
Pues resulta que allí
estuvo Ernesto Cardenal, quien, por cierto, estuvo a punto de ser linchado por
unos franquistas cuando leyó el poema Marilyn Monroe en una churuata
en la Casa de la Cultura y un grupo de jóvenes –entre ellos Erasmo- lo llevó a La Taurina para protegerlo.
Años más tarde, cuando
Erasmo Fernández participó en el II Festival Internacional de Poesía, coincidió
una mañana con él en el Hotel Caracas Hilton y le dijo: “Poeta, ¿usted se
acuerda de Maracay, en 1974, cuando unos tipos lo querían joder y unos muchachos
se lo llevaron a un bar?” Le respondió que sí. “Pues, uno de esos muchachos que
lo protegieron era yo”.
En los años setenta, Fernández
conformó junto a Jaime Betancourt y Zoraida García, entre otros, un grupo
denominado “Los Malditos”, el cual era sinónimo de irreverencia y locura
creativa que abofeteaba el rostro de las instituciones y los patrones
establecidos.
De aquella experiencia
quedaron algunos poemas plasmados en Cuadernos
del fondo de la casa: No tengo nada
que cerrar / asegurar / no hay ventana /
puerta / farmacia / yo no tengo nada que cerrar / Todos se encerraron en sus
casas y yo afuera / Mis propiedades son afuera / Aquí donde abro bien los ojos
para el sueño.
Con respecto al peculiar
nombre de este grupo literario, nos contó su origen el mismo Erasmo: “En una
oportunidad, cuando fuimos invitados a una lectura en el Teatro Ateneo de
Maracay, colocaron en la cartelera ‘Hoy Los Malditos’ y quedamos bautizados con
ese nombre. Recuerdo que en ese tiempo fue designado como secretario de Cultura
un tipo de la izquierda y éste invitó a Carlos Zerpa para que hiciera una
exposición, llamada Cada quien con santo propio. Eran unas obras tan profanas que hasta vino un cura a tumbar la
exposición y botaron al secretario de Cultura y los demás funcionarios
renunciaron”.
En cuanto a los temas
que le motivan a escribir, reconoció que en su obra se refleja todo ese
maremágnum de imposibilidades de sobrevivir en una ciudad metafórica, incluidos
los otros seres que también sobreviven en ella, porque -a su juicio- a todo
hombre que se inicie en la poesía, lo primero que le atrae es su tragedia.
Este
traje lo entregaré encogido
harto
en sopor
con
hambre
Tanto
uso lo ha cansado y veo
con
dolor su deterioro
A
veces cuando son frías las madrugadas o un astro
se
desdobla
Se
queda dormido en el perchero y lo contemplo
niño
sumamente
inocente.
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Un abrazo,
Rafael Ortega