En Venezuela no se ha tendido ese puente cultural, los escritores no han recibido un buen apoyo por parte de las instituciones encargadas de difundir su obra. Esperamos que ahora mejore la política editorial
Texto y foto: Rafael Ortega
Su ascendencia oriental es notoria en sus rasgos, pero confiesa que sus influencias literarias son totalmente occidentales, por lo cual se considera ciento por ciento venezolana. La mayor parte de su obra ha sido publicada en la prensa regional y a través de páginas literarias en Internet. Cursó estudios de piano y fotografía. En cuanto a su desempeño profesional, es docente de castellano y literatura, dicta talleres de creación literaria y cuenta con tres libros inéditos. En una oportunidad conformó la agrupación Musas in Fictio junto a Astrid Salazar y María Luisa Angarita, con la finalidad de hacer muchas cosas, pero “nos quedamos en la ficción”, dice con gracia Gloria Dolande (1981), quien se describe a sí misma en dos palabras: precisa y sintética.
—¿Cuáles lecturas te atrajeron al mundo de la literatura?
—Cuando era niña leía de todo un poco. Mi mamá tenía una colección de libros, no recuerdo de cuál editorial, que traía cuentos como El patito feo y todas esas cosas que puede leer un niño. Siendo pequeña, leí El médico de los muertos, de Julio Garmendia, y me sentí fascinada. Otros autores que despertaron en mí la curiosidad por leer fueron Aquiles Nazoa y Rómulo Gallegos. En cuanto a mi primer relato, lo escribí cuando cursaba el quinto grado de primaria y todavía lo conservo, se llama “Las aventuras de Nitro”. A partir de ese trabajo, comencé a escribir cuentos infantiles.
Más tarde, cuando cursaba el octavo grado de educación básica, escribí un cuento titulado “Lo que había detrás de la montaña”, que obtuvo una mención en el concurso literario interliceísta Sergio Medina, en el año 1995, y Wilfredo Carrizales era miembro del jurado. Luego, ingresé al Pedagógico de Maracay con la intención de estudiar música y por casualidades de la vida, coincidencias, el fatum, el destino —o no sé qué— me llevó a estudiar castellano y literatura y allí conocí a Leonardo Maicán. Yo había escrito un relato llamado “Amargo caserío” y se lo mostré a él porque sabía que tenía contacto con personas ligadas al mundo de las letras. A partir de allí, me presentó a otros escritores e ingresé a uno que otro taller, pues no sólo me quedo en la función de docente, sino que busco ampliar mis conocimientos un poco más.
—¿Te parece que los talleres pueden ser fábricas de escritores?
—Fábricas como tal, no creo, pero sí ayudan porque nos dan conocimientos, esos tips... de hecho, actualmente estoy participando en un taller con Eugenio Montejo, en Caracas, y él nos dice que los talleres no están para hacer escritores, sino para ayudar.
—¿Has incursionado en la poesía?
—Estoy en eso... a propósito, hace unos días recibí un mensaje de (Juan) Calzadilla que decía: “Por favor, métete a poeta”, pero yo siento que estoy en la línea que divide la poesía con la narrativa.
—¿Cómo nace tu amistad con el poeta Juan Calzadilla?
—Hace pocos años viajé a Coro con Astrid Salazar y Alberto H. Cobo a participar en un encuentro de jóvenes escritores y en una de esas lecturas, Calzadilla se impresionó mucho con Astrid y conmigo. Ese día intercambiamos direcciones electrónicas. Cuando regresé a Maracay me encontré con la grata sorpresa de encontrar un mensaje suyo. Desde ese día ha sido un gran apoyo, siempre me aconseja que escriba, que no descuide la literatura, que si es posible ni siquiera dé clases, que trabaje en mis textos, en los libros, siempre ha sido una fortaleza, un gran amigo.
—¿Cuáles son los temas que te motivan a escribir?
—Me atraen unos temas que sean sorpresivos, tenebrosos, de suspenso...
—¿Cómo nacen tus relatos?
—Me los imagino como una película ante mis ojos...
—Estudiaste piano y fotografía, ¿te nutres de ambas fuentes para escribir?
—Yo diría que me nutro más de la música, siempre. Escucho de todo un poco, desde lo académico, el rock, el reggae... bueno, el reggaeton no es mi estilo, pero respeto los gustos musicales de cada quien. De hecho, dentro de ese mundo de la música, tiendo a buscar letras y a partir de ellas desarrollo mis ensayos.
—¿Te consideras más auditiva que visual?
—Me considero ambas cosas, ni una ni la otra, las dos a la vez...
—¿Cuál es la función de un escritor?
—¿Cuáles lecturas te atrajeron al mundo de la literatura?
—Cuando era niña leía de todo un poco. Mi mamá tenía una colección de libros, no recuerdo de cuál editorial, que traía cuentos como El patito feo y todas esas cosas que puede leer un niño. Siendo pequeña, leí El médico de los muertos, de Julio Garmendia, y me sentí fascinada. Otros autores que despertaron en mí la curiosidad por leer fueron Aquiles Nazoa y Rómulo Gallegos. En cuanto a mi primer relato, lo escribí cuando cursaba el quinto grado de primaria y todavía lo conservo, se llama “Las aventuras de Nitro”. A partir de ese trabajo, comencé a escribir cuentos infantiles.
Más tarde, cuando cursaba el octavo grado de educación básica, escribí un cuento titulado “Lo que había detrás de la montaña”, que obtuvo una mención en el concurso literario interliceísta Sergio Medina, en el año 1995, y Wilfredo Carrizales era miembro del jurado. Luego, ingresé al Pedagógico de Maracay con la intención de estudiar música y por casualidades de la vida, coincidencias, el fatum, el destino —o no sé qué— me llevó a estudiar castellano y literatura y allí conocí a Leonardo Maicán. Yo había escrito un relato llamado “Amargo caserío” y se lo mostré a él porque sabía que tenía contacto con personas ligadas al mundo de las letras. A partir de allí, me presentó a otros escritores e ingresé a uno que otro taller, pues no sólo me quedo en la función de docente, sino que busco ampliar mis conocimientos un poco más.
—¿Te parece que los talleres pueden ser fábricas de escritores?
—Fábricas como tal, no creo, pero sí ayudan porque nos dan conocimientos, esos tips... de hecho, actualmente estoy participando en un taller con Eugenio Montejo, en Caracas, y él nos dice que los talleres no están para hacer escritores, sino para ayudar.
—¿Has incursionado en la poesía?
—Estoy en eso... a propósito, hace unos días recibí un mensaje de (Juan) Calzadilla que decía: “Por favor, métete a poeta”, pero yo siento que estoy en la línea que divide la poesía con la narrativa.
—¿Cómo nace tu amistad con el poeta Juan Calzadilla?
—Hace pocos años viajé a Coro con Astrid Salazar y Alberto H. Cobo a participar en un encuentro de jóvenes escritores y en una de esas lecturas, Calzadilla se impresionó mucho con Astrid y conmigo. Ese día intercambiamos direcciones electrónicas. Cuando regresé a Maracay me encontré con la grata sorpresa de encontrar un mensaje suyo. Desde ese día ha sido un gran apoyo, siempre me aconseja que escriba, que no descuide la literatura, que si es posible ni siquiera dé clases, que trabaje en mis textos, en los libros, siempre ha sido una fortaleza, un gran amigo.
—¿Cuáles son los temas que te motivan a escribir?
—Me atraen unos temas que sean sorpresivos, tenebrosos, de suspenso...
—¿Cómo nacen tus relatos?
—Me los imagino como una película ante mis ojos...
—Estudiaste piano y fotografía, ¿te nutres de ambas fuentes para escribir?
—Yo diría que me nutro más de la música, siempre. Escucho de todo un poco, desde lo académico, el rock, el reggae... bueno, el reggaeton no es mi estilo, pero respeto los gustos musicales de cada quien. De hecho, dentro de ese mundo de la música, tiendo a buscar letras y a partir de ellas desarrollo mis ensayos.
—¿Te consideras más auditiva que visual?
—Me considero ambas cosas, ni una ni la otra, las dos a la vez...
—¿Cuál es la función de un escritor?
—Conocer su mundo y darlo a conocer.
—¿Las instituciones ofrecen el apoyo que requiere el escritor?
—Bueno, para la que yo trabajo, sí, es la Casa Nacional de las Letras. Ahora, las de aquí de la región, me parece que no prestan mucha ayuda.
—¿Cuáles escritores venezolanos son fundamentales?
—Juan Sánchez Peláez, Vicente Gerbasi, Julio Garmendia, es mi favorito; Salvador Garmendia, dentro de la narrativa; soy fanática de Eugenio Montejo, Ramón Palomares, Rafael Cadenas, entre otros.
—¿A qué atribuyes que los escritores venezolanos no sean tan conocidos como los de otros países?
—Me imagino que es porque en Venezuela no se ha tendido ese puente cultural, los escritores no han recibido un buen apoyo por parte de las instituciones encargadas de difundir su obra. Esperamos que ahora mejore la política editorial.
—¿Cómo ves el panorama regional en la actualidad?
—De las nuevas letras, parece que no hay muchos autores, o a lo mejor es que aún son desconocidos. Estoy incluida entre los más nuevos; ahora, ¿quiénes vendrán? No lo sé todavía. No los conocemos, no se dan a conocer, no sé que está sucediendo. Y entre las figuras regionales más representativas del estado se encuentran Alberto Hernández, Harry Almela, entre otros, que son como nuestras instituciones.
—¿Cuáles autores de la literatura universal recomendarías?
—Me gustan Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga.
—También has incursionado en el ensayo, ¿en cuál género te sientes más a gusto?
—Hasta ahora, la narrativa. El ensayo es mi nuevo género, aunque pareciera que estoy cambiando mi prosa hacia algo más poético, ya no son aquellos cuentos de animalitos ni de cosas que suceden de repente.
—¿Es difícil ser escritor en un país de pocos lectores?
—Sí, es difícil. Yo doy clases y percibo diariamente la apatía hacia la lectura por parte de mis alumnos. Es un trabajo que hay que hacer. Como docente, soy exigente, y creo que todo profesor debe serlo. Por eso, busco involucrar a mis alumnos con la literatura, siempre tomo media hora de la clase para leer algún texto, ya sea poesía, narrativa o cualquier tema que me llame la atención. Yo siento que ellos lo disfrutan y eso da como resultado que los estudiantes se interesan por la lectura, tanto así que hasta me han regalado libros, me llevan textos a clase, se percibe la motivación.
—¿Qué opinas de la presencia de la mujer en la literatura?
—Últimamente he leído muchas obras de mujeres que me han dejado sorprendida. Hay unas escritoras españolas que son excelentes, sólo hay que descubrirlas, nada más. No hace mucho vino a Venezuela Josefa Parra y tuve la oportunidad de conocerla y leerla.
—¿Qué te parecen las nuevas tecnologías?
—Las nuevas tecnologías son un puente espectacular para conocer las cosas que suceden a nuestro alrededor, aparte de que nos ayudan cuando vamos a realizar investigaciones muy profundas. Para hacer mis ensayos, siempre recurro a páginas de Internet referentes al tema que quiero desarrollar.
—¿Algún día los libros virtuales sustituirán a los libros tradicionales?
—Nunca me lo había preguntado, pero creo que sí. Actualmente, la gente prefiere estar frente a una computadora que leer. Y allí se puede encontrar toda la información que busquemos. Quizás algún día llegue a pasar, aunque en eso debe tomarse en cuenta el tipo de persona, porque hay mucha gente que es reacia a las nuevas tecnologías, pero creo que las generaciones actuales sí las ven con buenos ojos. Hasta los poetas consagrados como, por ejemplo, Eugenio Montejo, dictan sus talleres con un pen drive y una laptop. Ya la tecnología lo hace todo, no es necesario estar fotocopiando ni cargar una maleta llena de libros. Además, nos comunicamos fácilmente a través de los mensajes de texto en los celulares. Siempre hay que estar abiertos a esas cosas, a los nuevos paradigmas... paradigmas emergentes se le llama a eso, valga la clase (risas).
—¿Las instituciones ofrecen el apoyo que requiere el escritor?
—Bueno, para la que yo trabajo, sí, es la Casa Nacional de las Letras. Ahora, las de aquí de la región, me parece que no prestan mucha ayuda.
—¿Cuáles escritores venezolanos son fundamentales?
—Juan Sánchez Peláez, Vicente Gerbasi, Julio Garmendia, es mi favorito; Salvador Garmendia, dentro de la narrativa; soy fanática de Eugenio Montejo, Ramón Palomares, Rafael Cadenas, entre otros.
—¿A qué atribuyes que los escritores venezolanos no sean tan conocidos como los de otros países?
—Me imagino que es porque en Venezuela no se ha tendido ese puente cultural, los escritores no han recibido un buen apoyo por parte de las instituciones encargadas de difundir su obra. Esperamos que ahora mejore la política editorial.
—¿Cómo ves el panorama regional en la actualidad?
—De las nuevas letras, parece que no hay muchos autores, o a lo mejor es que aún son desconocidos. Estoy incluida entre los más nuevos; ahora, ¿quiénes vendrán? No lo sé todavía. No los conocemos, no se dan a conocer, no sé que está sucediendo. Y entre las figuras regionales más representativas del estado se encuentran Alberto Hernández, Harry Almela, entre otros, que son como nuestras instituciones.
—¿Cuáles autores de la literatura universal recomendarías?
—Me gustan Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga.
—También has incursionado en el ensayo, ¿en cuál género te sientes más a gusto?
—Hasta ahora, la narrativa. El ensayo es mi nuevo género, aunque pareciera que estoy cambiando mi prosa hacia algo más poético, ya no son aquellos cuentos de animalitos ni de cosas que suceden de repente.
—¿Es difícil ser escritor en un país de pocos lectores?
—Sí, es difícil. Yo doy clases y percibo diariamente la apatía hacia la lectura por parte de mis alumnos. Es un trabajo que hay que hacer. Como docente, soy exigente, y creo que todo profesor debe serlo. Por eso, busco involucrar a mis alumnos con la literatura, siempre tomo media hora de la clase para leer algún texto, ya sea poesía, narrativa o cualquier tema que me llame la atención. Yo siento que ellos lo disfrutan y eso da como resultado que los estudiantes se interesan por la lectura, tanto así que hasta me han regalado libros, me llevan textos a clase, se percibe la motivación.
—¿Qué opinas de la presencia de la mujer en la literatura?
—Últimamente he leído muchas obras de mujeres que me han dejado sorprendida. Hay unas escritoras españolas que son excelentes, sólo hay que descubrirlas, nada más. No hace mucho vino a Venezuela Josefa Parra y tuve la oportunidad de conocerla y leerla.
—¿Qué te parecen las nuevas tecnologías?
—Las nuevas tecnologías son un puente espectacular para conocer las cosas que suceden a nuestro alrededor, aparte de que nos ayudan cuando vamos a realizar investigaciones muy profundas. Para hacer mis ensayos, siempre recurro a páginas de Internet referentes al tema que quiero desarrollar.
—¿Algún día los libros virtuales sustituirán a los libros tradicionales?
—Nunca me lo había preguntado, pero creo que sí. Actualmente, la gente prefiere estar frente a una computadora que leer. Y allí se puede encontrar toda la información que busquemos. Quizás algún día llegue a pasar, aunque en eso debe tomarse en cuenta el tipo de persona, porque hay mucha gente que es reacia a las nuevas tecnologías, pero creo que las generaciones actuales sí las ven con buenos ojos. Hasta los poetas consagrados como, por ejemplo, Eugenio Montejo, dictan sus talleres con un pen drive y una laptop. Ya la tecnología lo hace todo, no es necesario estar fotocopiando ni cargar una maleta llena de libros. Además, nos comunicamos fácilmente a través de los mensajes de texto en los celulares. Siempre hay que estar abiertos a esas cosas, a los nuevos paradigmas... paradigmas emergentes se le llama a eso, valga la clase (risas).
Construir nuestras realidades
Escribir es una necesidad de expresar todo eso que sentimos, que vemos, que queremos... Es una manera de construir realidades, de acuerdo con nuestras necesidades. Hacer realidad una utopía
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Rafael Ortega