miércoles, 17 de diciembre de 2025

Las piedras de las ánimas

 


-José Fuentes-


Al llegar a casa, casi al anochecer, al menor descuido de sus padres, Renato muy urgido emprendió el regreso al pueblo.

Renato era el tercer hijo de la pareja. Era ágil y larguirucho, le gustaba correr y subirse a los árboles; siempre estaba expectante para conocer nuevas palabras, dichos o historia que Aniceto Ramírez, su papá, contaba a sus amigos o clientes para distraerlos mientras los sobaba, para acomodar algún disloque.

Él era el "de todo" por su agilidad y rapidez, los vecinos decían que Mercedes Hernández, su madre, lo tenía consentido, pero no, es que le era muy útil para cualquier cosa: buscaba la leña, atendía la huerta, acarreaba el agua en el yugo que él mismo había hecho, llenaba "la molla, tinaja o como la llamen" era su forma de explicar las cosas, aprendida de su padre quien no había estudiado, pero se defendía hablando casi de cualquier tema con sus clientes y sus acompañantes. "Porque para ir a sobarse con el mago hay que tener pantalones, él es sin compasión; eso sí, nadie sale sin tener el hueso en su puesto" decían algunos que habían probado la eficacia de sus manos mágicas.

Renato aspiraba a ser sobandero cuando creciera, le gustaba ese oficio; por eso no le perdía pisada a su padre cuando recibía algún paciente; era muy comedido, le alistaba las cremas, las vendas, colocaba los taburetes y atendía a todos, les ofrecía agua y al lesionado, le daba un paño doblado para que lo mordiera.

En no pocas ocasiones, Aniceto recibió directo en los testículos una patada; por lo que, diligente, Renato le había hecho un protector de madera que él mismo talló y le dió forma, midiéndola en sus propias verijas, pero considerando las proporciones entre él y su viejo.

Lo mantuvo en secreto, solo lo sabía su mamá quien lo exoneraba de trabajos de la casa, para que se dedicara a su protectora labor. Una vez terminado y dado forma ergonómica, lo revistió de goma espuma y se lo presentó a su padre quien al medírselo le satisfizo tanto, que le prometió llevarlo a conocer el pueblo, la Iglesia, al señor Cura y el cementerio donde reposaban los restos de sus antepasados. Eso sería el próximo primero de noviembre, para lo que aún faltaban 3 meses.

Desde más chico Renato era muy diestro con la cauchera, fonda "o como la llamen", él mismo las hacía; seleccionaba la mejor horqueta, bien derecha, fuerte, de buena madera, también buscaba gomas de calidad que le llegaron a costar hasta un día de trabajo, el cuero debía tener una forma adecuada que copió de la del mago, su padre, aficionado también a ese instrumento con el cual cazaba aves y pequeños cuadrúpedos.

"Soy como David", se decía, donde pongo el ojo, pongo la piedra; las buscaba en la quebrada, en la huerta, mientras iba por el camino... debían ser redondas, de regular tamaño, que pesaran.

Desde la promesa de visitar el pueblo, casi no dormía, hacía planes, se soñaba yendo en la caravana de amigos y parientes que cada año realizaban la peregrinación en honor a sus difuntos. Eso le indicaba que ya era grande para ser considerado hábil y fuerte para realizar la caminata de casi dos días de ida y vuelta entre montañas, cafetales y huertas, ansiaba bañarse en las frescas aguas del río, donde hacían una parada para acicalarse, antes de entrar al pueblo. Allí, muchos que habían hecho el recorrido descalzos, después del baño, se ponían las alpargatas.

Sería una aventura tan especial, que le robaba el sueño.

Por fin llegó el ansiado día, debían irse desde el 28 de octubre, considerando la distancia, el paso más lento de las mujeres y los niños muy pequeños, que, obligadamente debían llevar; llegarían, como todos los años, a la pensión de don Lucas Caballero, para estar descansados y listos para acudir a todas las ceremonias del día de todos los Santos, el 1 y la visita de rigor a los difuntos el 2 de noviembre, con sus respectivas Eucaristías.

Siempre había soñado con este día y su diligente mano lo hizo posible. Tenía 9 años, pero se comportaba como de mayor edad. 

Ya en el pueblo, su éxtasis fue total, nunca había ni imaginado la majestuosidad de la iglesia, sus reliquias, sus Santos y las vestiduras del Sacerdote, todo le era nuevo y regio.

La comida de la pensión le supo a gloria, tomó gaseosa como ni lo hubiera imaginado, la cama limpia y suave, todo le era novísimo y muy agradable. 

La visita al cementerio fue muy temprano, debían regresar a sus casas, la rutina cotidiana de su hogar los esperaba.

Como su aprehensión era tener los bolsillos surtidos de las piedras adecuadas para ser disparadas, una vez dentro del campo santo, mientras los adultos lloraban y rezaban a sus muertos, él oteaba los mejores guijarros que pudieran haber en el suelo santo...

De pronto, sin previo aviso, el mago dejó oír la orden: ¡Todos listos, nos vamos, el camino es largo...! Renato lo conocía muy bien, así que fue el primero en salir al lugar convenido de encuentro.

Una vez reunidos todos, emprendieron la marcha de regreso. Apurados pasaron por la pensión a recoger sus cosas y un buen avío que previamente el previsivo padre había encargado para mitigar el hambre y sin más, iniciaron camino.

Habrían andado unos diez kilómetros cuando, como una saeta, llegaron a su mente las palabras de su padre en forma de sentencia: "Las cosas ajenas, las de la iglesia y las del cementerio, son sagradas; no se tocan, no se codician y mucho menos se roban sin las consecuencias espirituales y materiales que ello acarrea... malditos los que lo hagan".

Ese recuerdo lo paralizó; llevaba los bolsillos repletos de los mejores guijarros que pudo recoger.

4 comentarios:

  1. Cuando somos niños no vemos peligro en nada, muy buena y real su historia amigo José.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tanta amabilidad al hacer públicas mis letras. Gracias a todos los que tengan a bien leerme y dejar su comentario. Eso edifica.

    ResponderEliminar
  3. Los niños no tienen la dimensión ni el conocimiento de un adulto, por lo que él solo se limitó a recoger lo que consideró le serviría, sin pensar en lo que estaba haciendo, me deja en suspenso! Y ahora que pasará con lo que el niño lleva?

    ResponderEliminar
  4. Un cuento muy fresco, refleja a muchos jóvenes del campo, poco contaminados, aunque la época que narra parece lejana, en realidad puede ser actual.
    Ahora, creo que el cuento queda abierto con lo expresado en la primera línea, es una acción a posteriori de lo ocurrido en el cementerio y de la vuelta del pueblo. Una ruptura de la linealidad de lo contado. Julio César Pérez

    ResponderEliminar

Los blogs se alimentan de palabras, gracias por dejar sus comentarios en el mío.
Un abrazo,
Rafael Ortega