-Roberto Santana-
El viento de Falcón y la madera que profetiza
I. El salitre y la idea: La forja del Cantor del Pueblo
Alí Primera no fue un producto de la industria, sino una consecuencia del paisaje y la injusticia. Nacido en Coro, hijo de la tierra seca y el viento falconiano, su biografía es la de un hombre que transformó el malestar social en dialéctica musical. Para 1976, Alí ya no es el estudiante que partió a Rumanía; es un cuadro político-cultural que ha entendido que la canción es una herramienta de concientización y de lucha. Representa la síntesis del campesino que lee a Marx y el universitario que no olvida el sabor del chivo y el salitre. Es el "Cantor del Pueblo", un título que no le otorgó ninguna academia, sino la legitimidad de las barriadas y los campos.
II. El espejismo del oro negro: Venezuela bajo el "Ta’ barato"
El álbum germina en el corazón de la "Venezuela Saudita" de Carlos Andrés Pérez. Es la era del "Ta' barato, dame dos", una bonanza petrolera que ocultaba, bajo el barniz de la modernidad y el consumo desenfrenado, una desigualdad estructural lacerante. En 1976 se nacionaliza el petróleo y el país se embriaga con una opulencia que Alí denuncia como ficticia. Es una era de rascacielos que crecen dando la espalda a los cerros, de una bonanza que profundiza la dependencia. En este clima de "democracia perfecta", Alí lanza su álbum como una advertencia: la canción es "mansa" porque busca la paz, pero el pueblo es "bravo" porque la injusticia tiene un límite.
III. Entre el destierro del Sur y el anfitrión del Norte: El mapa de la Nueva Canción
En 1976, la Nueva Canción Latinoamericana está en una fase de madurez y tragedia. Mientras el Cono Sur se hundía en un silencio sólo interrumpido por el paso de las botas militares, Venezuela aparecería en las vitrinas del mercado político hegemónico como una isla de libertad formal. Caracas se convirtió en puerto de abrigo para los exiliados que traían la herencia de Víctor Jara y Mercedes Sosa. Alí Primera logra en este año consolidar una síntesis: no sólo se trata de denunciar, sino de musicalizar la identidad nacional dándole a la escena venezolana una dimensión continental e internacionalista, compitiendo frontalmente con la balada edulcorada de la radio, que en ese entonces atravesaba su edad de oro.
IV. La estética de cigarrón: El sonido de la identidad total
Canción mansa para un pueblo bravo se caracteriza por una madurez en la producción que trasciende el panfleto. Es una sinfonía de la tierra grabada bajo el sello propio de Alí, Cigarrón. El disco se siente orgánico, sudado, grabado con la urgencia de quien sabe que el tiempo de la redención es ahora. La característica principal es su dualidad: la "mansedumbre" rítmica de la canción de cuna o el valse, que sirve de vehículo para una lírica "brava" y punzante donde el paisaje y la denuncia se funden en una sola imagen narrativa.
V. Los obreros de la cuerda y el cuero: La instrumentación
El desempeño instrumental destaca por una sobriedad virtuosa que privilegia lo orgánico. El Cuatro venezolano es la columna vertebral, el esqueleto percutivo y armónico de la obra. La guitarra acústica y el bajo aportan una profundidad casi telúrica, anclando las melodías a una base sólida que se expande en la riqueza rítmica de Venezuela con el uso de tamboras, maracas y ritmos que evocan el golpe larense o el galerón margariteño.
Flautas y cuerdas aparecen para suavizar la aspereza, creando pasajes pastorales que llevan el signo de la "mansedumbre".
Los músicos involucrados no buscan el solo estelar, sino el contrapunto necesario para que la voz de Alí, con su textura áspera y sincera, lidere el asalto sensorial.
VI. El pulso de la tierra: La síncopa como barricada
El impacto de las formas rítmicas es estructural y dialéctico. Alí no "usa" el folklore; Alí es el folklore en pie de lucha.
El Golpe Larense y la "Bravura" Colectiva proporcionan una urgencia rítmica en un frenético 6/8. La síncopa genera una tensión natural que Alí aprovecha para subrayar la denuncia. Cuando el ritmo se acelera, la canción deja de ser un lamento para convertirse en una marcha; es la polirritmia del campo puesta al servicio de la agitación urbana. Mientras tanto, la Tonada y el Valse, esas formas de tempo reposado construyen la parte "mansa". Alí utiliza la dulzura del valse para desarmar al oyente, creando un espacio de ternura necesaria antes de soltar la carga de profundidad política. Esta alternancia le da al álbum una dinámica de respiración: el disco inhala aire de la tierra y exhala fuego de la lucha.
VII. Entre patria y poesía: El camino estilístico
Al comparar con el disco anterior, La patria es el hombre (1975) notamos una evolución del "yo" al "nosotros". El álbum anterior era una exploración más seca de la identidad individual frente a la nación. Canción mansa es más expansivo, orquestado y con una visión más estratégica para ser "cantado" por las masas.
El álbum posterior –Cuando nombro la poesía (1977) se torna más introspectivo y metafórico. Canción mansa se sitúa como el pico de su etapa combativa-narrativa, el equilibrio perfecto entre la pólvora y el clavel.
VIII. Celuloide y barro: La imagen que le puso rostro al grito
La película homónima de Giancarlo Carrer (1976) no fue un complemento, sino el espejo que elevó el álbum a su dimensión mítica. Al mostrar las barriadas y el éxodo rural, la película transformó las letras de Alí en evidencias cinematográficas. Capturó la esencia del "Cigarrón" como un ser pequeño pero persistente, rompiendo la distancia entre el artista y el pueblo. Este cruce de lenguajes convirtió al álbum en un manifiesto multimedia pionero en Venezuela; a partir de entonces, el disco quedó indisolublemente ligado a las imágenes de dignidad insurgente grabadas en la retina colectiva.
IX. La siembra en la memoria: Trascendencia y aporte
La importancia de este álbum es total: consolidó a Alí como el referente indiscutible del canto popular. Logró sacar la canción de protesta de las universidades para llevarla a los sindicatos y los cerros. En América Latina, aportó una veta caribeña y llanera a un movimiento dominado por la estética andina, demostrando que se podía ser profundamente nacionalista y radicalmente internacionalista.
Veredicto
Canción mansa para un pueblo bravo es el mapa genético de la canción de autor venezolana. Es #Esencial porque logra la difícil tarea de ser un disco político que no caduca, gracias a su altísimo nivel poético y a un respeto sagrado por sus raíces rítmicas. Es una clase magistral de cómo utilizar la música tradicional para sostener una narrativa de cambio social sin perder el valor estético. Es, en definitiva, el pulso vital de un pueblo que buscaba su propio nombre en una década de espejismos.
Alí Primera - Canción mansa para un pueblo bravo (1978)
Venezuela
Nueva Canción Latinoamericana
#Esencial


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Rafael Ortega