sábado, 10 de abril de 2010

Yadira Pérez, espectadora de lo cotidiano: “La sociedad determina la función del escritor”


Hubo un tiempo en que la literatura era un mundo muy masculino, pero hoy en día no sucede eso. A partir de los años 80, yo siento que la mujer ha ido tomando espacios y existe una cantidad inimaginable de escritoras


Texto y foto: Rafael Ortega

Su incursión tanto en la poesía como en la narrativa ha quedado plasmada en las antologías Cinco noveles autores aragüeños (1993), El secreto martes (1994), Poesía de Aragua (1997), Narrativa de Aragua (1997) y Muestra de minificción aragüeña (2001), razón por la cual se define a sí misma como una “escritora de antología”, haciendo gala de su buen humor. La presencia de Yadira Pérez (Caracas, 1959) irradia una femineidad que serena y transmite confianza. Es una mujer que posee una envidiable capacidad para resumir sus ideas, inclusive al momento de entablar una conversación.
Por su trabajo literario recibió en dos ediciones el primer premio del Concurso Literario Pedro Buznego (El Consejo, 1992 y 1995), así como una mención de honor en el Concurso de Literatura Jesús Bandres (San Juan de los Morros, 1995). Actualmente está a cargo de la Coordinación de Literatura de la Secretaría Sectorial de Cultura del estado Aragua.
—¿Qué recuerdas de tus inicios?
—Empecé escribiendo cosas muy personales. Era demasiado tímida, demasiado introvertida. Inclusive, aún lo soy, aunque muchos tal vez no lo crean. En aquel entonces, había muchas cosas que quería decir y no me atrevía. A los diez años tuve la oportunidad de leer Casas muertas, de Miguel Otero Silva, y la novela me impresionó de tal manera que me interesé por el oficio de escribir. Así que un día empecé a darle forma a mis ideas para llevarlas al papel. La primera persona que supo de mi inquietud por escribir fue mi abuelo. Un día me encontró escribiendo y me preguntó qué hacía y yo le respondí: “Estoy escribiendo porque quiero ser escritora a los quince años”. De hecho, él fue la primera persona a quien le mostré mi trabajo. Eran unos poemas muy cursis y todavía conservo algunos para no olvidar aquellos tiempos.
—¿Participaste en algún taller literario?
—La primera vez que participé en un taller literario fue en el año 91. Al principio iba a hacer un taller de iniciación literaria con Williams Hernández, él me pidió algunos textos y después de leerlos me dijo que debía hacer otro tipo de taller. Me comentó que iba a comenzar uno con un profesor de Maracay, Efrén Barazarte, y me inscribí allí. Participé un año. Me ayudó mucho esa experiencia porque me dio la oportunidad de conocer escritores que no había leído. Conocía los clásicos, mas no los contemporáneos.
—¿Los talleres son fábricas de escritores?
—No creo que sean fábricas de escritores, pero sí reconozco que fortalecen a quienes ya tienen inquietudes por escribir. Si a ver vamos, ni siquiera la Facultad de Letras forma escritores. Allí los estudiantes se gradúan como licenciados en letras, pero no reciben el título de escritor. En verdad no sé si el escritor nace o se hace, pero sí sé que no existen fábricas de escritores. Existe gente con habilidades para escribir, así como existe gente con habilidades para hacer trabajos de electricidad, de plomería, de albañilería... son habilidades que otros no tienen...
—Has incursionado tanto en la narrativa como en la poesía. ¿En cuál género te sientes más a gusto?
—Ambos géneros me gustan, pero a la hora de exponer un tema o cuando voy a dictar un taller me siento más cómoda, como pez en el agua, con la narrativa. Con la poesía no sé por qué me cuesta un poco más, a lo mejor porque es más subjetiva, pero me cuesta mucho explicar la poesía.
—¿Cómo nacen tus relatos?
—De lo cotidiano, de lo que veo diariamente... hubo un momento que me di cuenta de que estaba escribiendo mucho sobre el transporte público y entonces me detuve porque me estaba poniendo monotemática. Claro, en ese tiempo viajaba todos los días a La Victoria y tomaba hasta cuatro autobuses... y cada autobús era una historia diferente, la gente, las cosas que veía allí...
—Aparte de la lectura, ¿de qué otra fuente te nutres para escribir?
—De la música, soy muy auditiva. Podría pasar horas escuchando música. Cuando llego a mi casa, lo primero que hago es encender el equipo de sonido y si voy a trabajar en la computadora, también tengo un montón de música almacenada allí. Recuerdo una vez, cuando empezaron a salir los equipos de sonido con capacidad para cinco discos compactos, que mi hermano me dijo: “¡Dios mío! ¿Quién puede escuchar cinco CD seguidos?”. Me quedé pensando un rato y le respondí: “Yo”.

—¿Cuál es la función del escritor?
—¿El escritor tiene alguna función? (risas). En verdad no sé, será la de tratar de sensibilizar, pero de verdad me cuesta verlo como una función porque uno no se plantea: “Mi función en la vida va a ser ésta”, simplemente se escribe y ya, después se verá si se cumple alguna función. Eso lo determinará la sociedad, las personas que nos rodean...
—¿Cuáles escritores venezolanos son fundamentales?
—Eugenio Montejo es uno de los poetas que más me llenan, así como Rafael Cadenas, Juan Sánchez Peláez; de los narradores venezolanos, Eduardo Liendo, Julio Garmendia... hay una poetisa que casi nadie la nombra, pero a mí me gusta mucho: Reina Rivas, también María Auxiliadora Álvarez...
—¿Cómo percibes la presencia de la mujer en el mundo de la literatura?
—Hubo un tiempo en que la literatura era un mundo muy masculino, pero hoy en día no sucede eso. A partir de los años 80, yo siento que la mujer ha ido tomando espacios y existe una cantidad inimaginable de escritoras. Estuve haciendo una investigación con una compañera sobre la poesía venezolana y descubrimos una cantidad inmensa de poetisas, tenemos registradas a más de dos mil mujeres.
—¿Cómo ves el panorama actual de la literatura aragüeña?
—Ha mejorado muchísimo, está progresando... se están dando a conocer más los escritores regionales. Creo que la Red Nacional de Escritores ha servido mucho para eso y estoy muy contenta. Gracias a ello nos estamos conociendo y no solamente entre nosotros mismos, sino los de otros estados y en la capital también. Porque somos una red y nos estamos integrando.
—¿Brindan apoyo al escritor las instituciones del Estado?
—La respuesta por parte de las instituciones del Estado sigue siendo lenta, pero esperamos que de verdad todo lo que se está ofreciendo se cumpla.
—¿Por qué crees que los escritores venezolanos no son tan conocidos como los de otros países?
—En Venezuela existen fallas en la promoción y distribución de los libros. No es que aquí no haya buenos escritores, al contrario, aquí hay escritores valiosos, tan buenos o mejores que los internacionales, pero ha faltado una mejor distribución y colocación de sus libros a escala internacional.
—¿Crees que a través de las nuevas tecnologías un escritor puede dar a conocer su obra internacionalmente?
—Por supuesto, todo lo que sirva para aligerar la carga, bienvenido sea. A mí me parece buenísima esa cosa extraña que no termino de comprender: la Internet, aunque confieso que todavía le tengo miedo, pero reconozco que es maravillosa.
—¿Algún día la Internet sustituirá el hábito de la lectura tradicional?
—Espero que no. Es necesario el tacto, sentir las cosas, y la Internet es como muy fría... me asusta un poco...
—¿Cuáles autores recomendarías?
—Oscar Wilde, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, todos los cuentos de Horacio Quiroga, a pesar de lo fatídico de sus temas, me parecen maravillosos...
—Ya que mencionas a García Márquez y Cortázar, ¿cuál crees que fue la herencia que dejó el boom latinoamericano a los escritores venezolanos?
—Uno de los más influenciados por el boom, y a quien tuve la oportunidad de conocer, es Eduardo Liendo. Una vez confesó que cuando escribió Diario del enano, lo hizo para tratar de “deslastrarse” de la influencia de García Márquez. Sin embargo, cuando tú lo lees, sientes la presencia del Gabo en su obra.
—¿Es difícil ser escritor en un país de pocos lectores? ¿Cómo asumes ese reto?
—Como promotora de lectura, a veces me desanimo, me siento impotente... pero al momento de escribir no pienso jamás en ello, porque sé que existe alguien que me va a leer...



Expresar por la escritura


Escribo para satisfacer la necesidad de expresarme, de decir cosas. Hay cosas ante las cuales no tenemos las palabras para expresarlas, pero sí encontramos las palabras para escribirlas. Es algo extraño...

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Un abrazo,
Rafael Ortega