jueves, 6 de marzo de 2025

Historias de Ha(malva)das

 


Para recibir la nueva publicación de la narradora Carolina Álvarez, Delitos mínimos, recuperamos para nuestros lectores esta reseña del poeta Manuel Cabesa sobre su anterior libro Las Trinitarias y Barba Azul, (Caracas: Monte Ávila, 2011). 

 

-Manuel Cabesa-

 

 

De una manera un tanto ingenua, creemos que los libros infantiles, los cuentos de hadas en particular, son solamente para los niños. Sin embargo, detrás de estas lecturas se esconde todo un mecanismo de reflexión sobre la vida y sus hechos que impacta en el inconsciente de cada ser humano, aquello que llama el buen Jung, el inconsciente colectivo. De esta forma las palabras de Ítalo Calvino pueden ser reveladoras: “Los cuentos tienen una explicación general del mundo, donde caben todo el mal y todo el bien, y donde se encuentra siempre la senda para romper con los más terribles hechizos”.

Y una vez conscientes de estas palabras, también puede ser reveladora la lectura de Las Trinitarias y Barba Azul, el excelente libro de relatos de Carolina Álvarez. Partiendo de una lectura personal de estas historias de hadas nuestra autora recrea ciertos arquetipos básicos para transformarlos en realidades absolutamente actuales y absolutamente cotidianas. Una vez más el inconsciente colectivo se transforma para llegar hasta nosotros en forma de exquisita prosa.

El epígrafe que inicia la primera parte del libro nos abre las compuertas de su desarrollo escritural: “Ya todo se ha escrito, cada cuento sale de otro cuento”, la frase es nada más y nada menos que del gran poeta mexicano José Emilio Pacheco. A partir de allí podemos entender estas historias de Carolina, como una serie de palimpsestos, donde la autora crea un hipertexto que a su vez crea un hipotexto que parte de esas historias que todos conocemos, aunque sea por comiquitas: la cenicienta, la bella durmiente, los frijoles mágicos, Alicia perdida en el país de las maravillas, la vendedora de fósforos y demás, pero trasladados a una cotidianidad descrita de tal manera que pudiera parecer pánica, en el sentido que le daba Fernando Arrabal, en su libro Arrabal celebrando la ceremonia de la confusión.

La segunda parte del libro no es menos interesante que la primera: aquí están las mujeres de nuevo, y sin embargo, renovadas; descritas desde otra perspectiva: interesante y acuciosa. Me divierte y me intriga la manera en que Carolina Álvarez, nos presenta a sus personajes. No se trata de damas que exhiben sus soledades y lamentan su condición frente a un mundo avasallante, como sucede en mucha literatura escrita por mujeres; aquí más bien se trata de chicas imbuidas en su propio yo que, por una circunstancia trivial, casi insignificante, toman consciencia de su presencia en el mundo, y esta epifanía puede culminar absurdamente como en “Una zanahoria descongelada” o amorosamente como sucede en “Como conejos” o puede ser un pretexto para compartir unos buenos tragos y un karaoke como en “Cervezas confesionales”.

Lo importante es que en estos relatos escritos con sencillez (paradójicamente una sencillez complicada y complicada porque a través de ella la autora nos invita a la reflexión) nos llaman a la duda, nos incitan a la comprensión, lo que en estas historias se muestra es a la mujer en su dimensión total: rodeada de belleza y dignidad.

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Rafael Ortega