sábado, 10 de abril de 2010

Juan Martins, un poeta prestado a la dramaturgia: “Lectores hacen tanta falta como escritores”


A veces, uno se sorprende cuando nos dan demasiada importancia y nos invitan a foros y conferencias, nos pagan el hotel y nos tratan bien, y entonces uno piensa: ¡Cónchale, la escritura como que sirve para algo!


Texto y foto: Rafael Ortega

Sobre sus inicios en el mundo de las letras, nos confiesa Juan Martins (Maracay, 1960) que primero fue lector y llegó tardío a la escritura. Desde joven le atrapó la pasión y el oficio de leer las obras de Krishnamurti. De aquellos textos de visos filosóficos pasó a la literatura francesa, a través de los talleres que coordinaba Harry Almela y allí comenzó ese acercamiento a la poesía. “También me atraparon las relatos de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar; y en dramaturgia, Gustavo Ott, Isaac Chocrón, Rodolfo Santana, pero reconozco que mis inicios están en la poesía y no en el teatro”, por lo cual se considera un poeta prestado a la dramaturgia y dice no ser “el arquetipo del hombre de teatro”.
—Estás al frente de una editorial alternativa llamada Ediciones Estival, ¿en qué momento decides dedicarte al trabajo gerencial?
—Después de haber publicado mis textos con la editorial La Liebre Libre y, más adelante, a través de un convenio con una editorial de Nueva York, empecé a desarrollar mi trabajo y entendí que hay que organizarse gerencialmente para editar libros. Por eso, antes de que surgiera todo este boom de la imprenta y todo este proceso, el poeta Harry Almela y yo, a través de La Liebre Libre y Ediciones Estival, logramos editar obras interesantes por otras vías alternativas y todavía se siguen haciendo cosas, aunque la dinámica ha cambiado porque no hay manera de competir con el capital del Estado.
—¿Cómo percibes el movimiento teatral en Aragua?
—En una ciudad como Maracay, si tú no haces las cosas con tus propios recursos no podrás llegar a nada como dramaturgo. Por muy bien escritas que estén tus piezas, se quedan en gavetas. Entonces se recurre a otros elementos, como la producción, la organización grupal; es decir, la socialización de un grupo para llevar a cabo un proyecto artístico, que es mucho más ambicioso en cuanto a sus factores humanos involucrados.
—¿Consideras que los talleres literarios son fábricas de escritores?
—El término “fábrica de escritores” no sería el más apropiado porque es muy concreto y delimita una respuesta. Un taller no te va a hacer escritor, porque si el talento no existe, no lo vas a obtener allí, pero, por lo menos, lo que se logra es que te conviertas en un lector, y creo que los lectores hacen tanta falta como los escritores. Participé en los talleres organizados por la Coordinación de Literatura, cuando estaba a cargo de Harry Almela, luego concursé para participar un taller en el Celarg y casualmente quien lo coordinaba era Harry Almela. Por eso, la experiencia que tengo con el poeta es muy implícita en ese proceso. En una ocasión, cuando se publicó mi primer libro, Deseos de casa (1995), le dije a Harry: “Te voy a decir algo que tal vez suene cursi, pero necesito decirlo: es la respuesta del alumno al maestro” y él dijo que no me pusiera tan cursi. Pero para mí era importante porque pasé por un proceso de crecimiento donde hubo voces que me fueron educando, voces que me fueron aprehendiendo, y en poesía todo está antes y después de Harry Almela, en lo referente a esa exquisitez por la literatura, esa pasión por leer. Después adquirí mi propio perfil, por supuesto, y me desarrollé como dramaturgo, como “teatrista” —término que prefiero utilizar— de Aragua, pero más que de Aragua, lo soy del país, lo cual es importante subrayar porque la ciudad no ha sido muy noble con el escritor Juan Martins. Todo lo que el escritor Juan Martins ha logrado, lo ha hecho fuera de la ciudad y fuera del país.

—¿Cuáles temas te motivan a escribir?
—Te voy a contar una anécdota de algo que me sucedió cuando montaba una de mis piezas un destacado director, que trabaja para Rajatabla, cuyo nombre es José Domínguez, mejor conocido en el medio como “Pepe”. Él me confesó que las actrices me consideraban un escritor perverso y me pareció un término interesante, pues nunca imaginé que podía ser una persona perversa. Incluso, las actrices decían cosas como: “¡Este tipo está enfermo!”. Claro, cuando me conocieron se dieron cuenta de que no era así. Por lo general, los caracteres de mis personajes rayan en lo grotesco y el humor siempre está presente.
—Eres poeta, dramaturgo y crítico teatral, ¿en cuál género te sientes más a gusto?
—Me cuesta escribir dramaturgia, me es difícil, pero es el género en el que más insisto con disciplina y mi trabajo de crítico teatral es el que me resulta más placentero.
—Aparte de la lectura, ¿de qué otras fuentes te nutres para escribir?
—Las artes plásticas me estimulan porque soy un hombre del escenario, de las tablas, soy un hombre que está metido allí de lleno, como dice Rodolfo Santana: “Buscando carne en el escenario”. Por eso, las artes plásticas son fundamentales para mí y me permiten crear una ruptura con la convicción naturalista de lo que puede ser una escenografía y así comprender el desarrollo del signo teatral.
—A tu criterio, ¿cuáles escritores venezolanos son fundamentales?
—Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Alfredo Silva Estrada, aunque es un poeta un poco “sordo”, pues su sonoridad no me agrada, pero sus estructuras conceptuales me llaman mucho la atención... y a nivel de nuestra “no ciudad” —como le llamo, utilizando un término del maestro Francisco Rojas Pozo— diría que son destacadas las obras de Alberto Hernández, Harry Almela, Efrén Barazarte, Rosana Hernández Pasquier, entre otras voces emergentes. Creo que estas personas que nombré ya representan una voz nacional, a pesar de que hoy sean outsiders, están fuera de todas las estructuras, es algo muy curioso y creo que el Estado tiene que revisar qué es lo que está haciendo porque está dejando en la otra orilla a gente inteligente y sensible, que tiene toda su vida dedicada al proceso de la escritura. Y a nivel de dramaturgia, existen dos voces fundamentales en Aragua: Mariozzi Carmona y Lali Armengol Argemí.
—¿A qué atribuyes que los escritores venezolanos no sean tan conocidos en el exterior?
—Tendríamos que sentarnos varios escritores y editores en una mesa para responderte esa pregunta, pero creo que se trata de un problema editorial, ¿o será que los escritores venezolanos somos muy aburridos? (risas).
—¿Cuáles obras o autores de la literatura universal recomiendas?
—A veces somos tan arrogantes que no queremos responder con lugares comunes, pero voy a hacerlo: el Quijote, Borges, la poesía española de principios del siglo veinte, Unamuno, Andrés Eloy Blanco, a quien poco leemos, lo cual me preocupa porque debemos reconciliarnos con nuestra lengua.
—¿Cómo percibes la presencia de la mujer en el mundo de la literatura?
—Fundamental. Te voy a dar un ejemplo: la dramaturga Jenny Pérez, que está muy cercana a Maracay, acaba de ganar un premio muy importante, organizado por el Iaem, dejando de segundo y tercer lugar a excelentes dramaturgos, entre ellos Gustavo Ott. Esto marca una pauta de lo que pueden ser las voces femeninas dentro de la literatura. También te puedo mencionar a Xiomara Moreno y otras autoras importantes de esta ciudad, que han hecho un excelente trabajo, no solamente como escritoras sino como parte de un movimiento feminista. Han sido mujeres preocupadas, con una sensibilidad social y literaria.
—¿Cuál es la función de un escritor?
—Esa pregunta me obliga a dar una respuesta que me sirve de catarsis. Voy a utilizar unas palabras de Alberto Hernández: “Los escritores somos unos miserables, unos inútiles, no sé qué es lo que estamos haciendo. ¿Qué le puede importar a la sociedad que tú y yo estemos reunidos en este momento hablando de literatura? ¡Nada, somos unos completos inútiles!”. Yo quisiera saber cuál función tenemos para ir a cumplirla. A veces, uno se sorprende cuando nos dan demasiada importancia y nos invitan a foros y conferencias, nos pagan el hotel y nos tratan bien, y entonces uno piensa: ¡Cónchale, la escritura como que sirve para algo!
—¿Qué opinas de las nuevas tecnologías?
—El problema es cómo se enfoquen; por ejemplo, la manera como se escribe en el Messenger se está socializando, incluso en profesionales, lo cual considero que es algo negativo, pero creo que la Internet es un medio fundamental para dar a conocer lo que estamos haciendo.
—¿Los libros virtuales suplantarán a los libros impresos?
—No lo creo, quizás los superen y les ganen en algunos elementos, pero no suplantarán el placer conceptual que te produce abrir y oler un libro. Algo parecido sucedió con la aparición de la fotografía, pues se creyó que ésta acabaría con la pintura, pero no fue así y más bien se complementaron.



La fortuna del escritor


Escribir es un placer, sobre todo en un país donde pocos nos leen y compran nuestros libros, resulta cuesta arriba dedicarse a la literatura. No todos los escritores tienen la misma fortuna de ganar premios y ser publicados, pero esa fortuna muchas veces no tiene que ver con la calidad

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Rafael Ortega